UNIDAD 2


UNIDAD 2.-  ETICIDAD Y MORALIDAD



  2.1.- La ética como categoría social



¿Qué entendemos por ética social? Dos visiones sobre el tema

Alberto Fernando Roldán

La ética es un ámbito propio de la persona humana, que la acompaña como tal durante toda su vida y su historia. Se habla de “ética filosófica”, “ética teológica”, “ética de motivaciones”, “ética de fines”, “ética utilitaria”, “ética personal” y “ética social”. La lista sería casi interminable, pero muestra la variedad de enfoques que se puede hacer de la ética como fenómeno humano. Pero lo que ahora queremos plantearnos es: ¿Qué significa “ética social”? ¿En qué se sentido se puede distinguir de la ética individual opersonal? ¿Hay ética que no sea, en último análisis, social? ¿Cómo influye la sociedad hoy, cientificista, pragmática y posmoderna en los comportamientos éticos de la persona humana? ¿Qué desafíos comporta este tipo de sociedad para encarnar una ética cristiana relevante hoy? Estos son algunos de los interrogantes que nos hemos planteado.



1. Ética individual y social: un intento de distinción por Henry Stob.

Desde una óptica que podemos denominar “occidental” y un liberalismo que destaca a la persona individual por encima de lo social, existen esfuerzos por distinguir entre ética individual y ética social. Un ejemplo de esa tendencia es Enrique Stob. Eticista reformado, Stob hace un contraste marcado entre la ética como fenómeno individual y la ética estrictamente social.

La tesis central de Stob es que la ética es un asunto individual. Dice: “La ética se enfoca sobre el individuo porque sólo el individuo es verdaderamente personal y por lo tanto un auténtico agente moral.” Trata de eludir la crítica hacia el latente individualismo que surge de sus palabras y entonces dice: “Es obvio que no estoy abogando por el tipo de individualismo que sostiene que uno es responsable sólo por aquello que ha hecho con sus propias manos o en su propia persona.”3 Y, aunque admite lo que se denomina “culpa colectiva” en todo caso, siempre es “enfocada sobre los individuos que constituyen la colectividad.”4 Luego, Stob hace una importante aclaración que, al mismo tiempo, pone en evidencia su énfasis: “A veces se hace una distinción entre la ética personal y la ética social, pero no debe permitirse que esta distinción oscurezca el  carácter personal y la orientación individual de toda la ética.”5 Se podría decir que lo contrario también es verdad, o sea, que no debemos permitir que la distinción entre la ética personal y la social oscurezca el carácter social de toda ética. Stob, como queda evidenciado, opta por el otro énfasis, con lo cual muestra su marcada inclinación hacia el individualismo, por más que haga esfuerzos por matizarlo.

Pero entrando más en el pensamiento de este eticista norteamericano, en un capítulo dedicado al tema, procura distinguir más claramente la ética individual de la social. Sostiene que la primera “se ocupa principalmente de la autodisciplina, de la  formación del carácter, y del cultivo y desarrollo de aquellas virtudes y gracias las cuales lo capacitan para el desempeño de sus responsabilidades religiosas y sociales.

¿De qué se ocupa la ética social? Afirma Stob:

La ética social se ocupa de la conducta moral de los individuos así como de las realidades colectivas y super-individuales. Su preocupación por el individuo es, sin embargo, de una clase especial; es calificada socialmente. Contempla al individuo no meramente como la personalidad centrada que es, no específicamente como uno que responde sin ninguna mediación explícita al prójimo que, en su soledad o en su pluralidad indeterminada, lo confronta directamente. Más bien lo contempla como a quien da una respuesta individual a una comunidad super-individual.

Para Stob, hay cuatro tipos de problemas que caen dentro del campo de la ética social. A saber:

Primero: El individuo y el Estado.

El problema central aquí es cómo armonizar el interés del individuo y el de la comunidad. El problema surge porque los centros de vida y los propósitos individuales y colectivos, aunque independientes, están siempre en tensión; la libertad y la espontaneidad sostenidas por el uno son contrarrestadas por la autoridad y el orden sostenidos por el otro. La tarea moral aquí consiste en establecer arreglos sociales de tal forma que puedan evitar el desequilibrio en el conflicto.

Segundo: Relación individuo y organización o comunidad.

Los puntos principales que surgen aquí se refieren a la existencia o a la no existencia de una base común para la deliberación y la acción, y la realidad y el  significado de tales cosas como la responsabilidad conjunta, la culpa colectiva, la excepción de los efectos de la decisión mayoritaria por razón de conciencia, y  otros parecidos.

Tercero: Relaciones entre organizaciones y comunidades. Típico de este tipo de problemas es la relación Iglesia y Estado. Aquí se deben tratar temas de asuntos económicos y políticos y formas de organización social: socialista, capitalista, comunista, Estado benefactor.

Cuarto: Consecuencias de la pluralidad y de la unidad. Son los diversos modelos de las relaciones entre la Iglesia y la sociedad. En la Edad Media, la sociedad occidental logró cierta unidad bajo la hegemonía de la Iglesia que había alcanzado la cúspide del poder.

Con el Renacimiento y la Reforma se da la diversidad religiosa y el pluralismo cultural y social.

A modo de evaluación, podemos decir que el intento de Stob es por establecer una clara diferencia entre la ética individual y la social. Aunque admite ambas dimensiones, todo el acento recae en lo individual. Stob no parece reconocer que, dadas las condiciones de la vida en sociedad y, sobre todo, que el individuo es un animal social, toda conducta humana, es decir, toda ética es social y se vive en sociedad, con las tensiones y contradicciones que tal relación supone. Por eso, de este enfoque que enfatiza lo individual, debemos pasar a otro enfoque diferente que admite que lo social es central y hace a lo ontológico de la ética humana.



2. El reconocimiento del carácter social de toda ética según Reinhold Niebuhr

En una posición diferente a la de Stob, podemos situar al gran teólogo, también norteamericano, Reinhold  Niebuhr. De origen étnico alemán, Reinhold Nieburh fue un destacado teólogo que, junto a su hermano Helmut Richard, constituye una excepción dentro de los pensadores norteamericanos protestantes. A ambos se los podría ubicar dentro de  la neo-ortodoxia o, por lo menos, en una escuela crítica del liberalismo teológico europeo. Reinhold Niebuhr nació en Missouri en 1892 y murió en 1971. Era dos años mayor que su hermano Richard. Aunque influido por Karl Barth y Emil

Brunner, representantes de la neo-ortodoxia, difirió de ellos en el sentido de creer que el cristianismo tenía una directa vocación profética en relación con la cultura. Señaló el orgullo y la hipocresía de las naciones y de las clases sociales y abogó por un realismo cristiano. Estuvo en contra de Hitler y también fue crítico de los intentos de U.S.A. para imponer sus soluciones a las nuevas naciones que emergieron de 1945. Fue ordenado al pastorado en 1915 y ejerció como pastor en Detroit, entre los años 1915 y 1928. Fue allí, donde tomó contacto con las realidades sociales de la explotación de obreros en las fábricas, especialmente de la industria automotriz. Esa situación le condujo a abogar a favor del socialismo, aunque después del año 1930 rompió con el socialismo. Producto de esas experiencias y reflexiones es su obra Moral Man in an Immoral Society, traducido al castellano como: El Hombre Moral en la Sociedad Inmoral, publicado en

Buenos Aires en 1966 por Editorial Siglo Veinte, una editorial secular que, por el mero hecho de publicar un libro de un teólogo protestante, muestra la trascendencia de Reinhold Niebuhr más allá de los límites de la teología y la religión.

La tesis central del trabajo de Niebuhr, es la siguiente:

La tesis a desarrollar en esta obra es la de que debe trazarse una aguda distinción entre la conducta social y moral de los individuos y las de los grupos sociales, nacionales, raciales y económicos; y que esta distinción justifica y hace necesarias normas políticas que una ética puramente individualista debe siempre

encontrar embarazosas.

Niebuhr sostiene que la distinción entre el hombre individual y la sociedad es demasiado inapropiada, pero es una indicación razonable del argumento que presenta en su obra. El autor admite que su interés es polémico y está dirigido en contra de los moralistas, sean religiosos o seculares, “que imaginan que el egoísmo de los individuos va siendo contenido progresivamente por el desarrollo del raciocinio o el aumento de una buena voluntad inspirada religiosamente, y que no es necesaria otra cosa que la continuación de este proceso para establecer la armonía social entre todas las sociedades y colectividades humanas.” En otras palabras, Niebuhr critica la ingenuidad de muchos pensadores, especialmente eticistas y moralistas, que piensan que todo se va a normalizar con el tiempo y que por lo tanto: “Desechan por completo las necesidades políticas en la lucha por la justicia dentro de la sociedad humana...”12 Niebuhr es categórico cuando dice: “la injusticia social no puede ser eliminada por la persuasión moral y racional solamente, como lo cree generalmente el educador y el científico social. El conflicto es inevitable, y en este conflicto hay que hacer frente al poder con el poder.”13 Niebuhr indica dónde radica el problema de quienes son optimistas en pensar que la transacción y el acuerdo van a producir la justicia social. “Lo que les viene faltando a todos estos moralistas, sean religiosos o racionalistas, es una comprensión del  carácter brutal que posee el comportamiento de todas las colectividades humanas, y el poder que tienen dentro de todas las relaciones intergrupales el interés propio y el egoísmo colectivo

¿Qué son los valores y qué es la moral?



2.2.-  ¿Que es la moral y que son los valores?

DESPUÉS DE LA LEY SÓLO QUEDA LA CONCIENCIA

DEFINICIÓN DE MORAL. MORAL: (lat.) Moralis der. Mos: Costumbre. Conjunto de “mores" constituyen la moral de un pueblo o de un sujeto. Código de normas que regulan la acción individual y colectiva que se considera correcta.

 MORAL COMO CONTENIDO. José Luis López de Aranguren (1909-1996) y Xavier Zubiri (1898-1983) han matizado la definición de moral distinguiendo dos formas de entender lo que llamamos moral. M. como contenido: se refiere al contenido concreto de la moral, vale decir, a las normas y principios que regulan el comportamiento correcto.

 Moral como estructura. En este sentido la moral es un rasgo constitutivo de la naturaleza humana: Ser humano determinado a ser moral. Carácter volitivo. Imposibilidad de la amoralidad. Responsabilidad.

 ESTRUCTURAS DE LA MORALIDAD. ACTOS, ACTITUDES Y CARÁCTER.

. ACTITUDES (HÁBITOS). SON TENDENCIAS A ACTUAR DE UN MODO DETERMINADO ANTE SITUACIONES SIMILARES. EL CONJUNTO DE HÁBITOS DE UNA PERSONA CONSTITUYE SU CARÁCTER O FORMA DE SER, VALE DECIR, LOS RASGOS QUE LO DISTINGUEN DE OTROS Y QUE SE PUEDEN OBSERVAR EN ACCIONES CONCRETAS.

 CARÁCTER. Es la repetición de acciones similares. No es algo que venga dado en forma definitiva, sino que se construye de manera lenta, pero constante, se da con el quehacer cotidiano. Puede haber conversión. Incluye responsabilidad. Condiciona las acciones concretas. Es la base de nuestra naturaleza moral.

 Las normas morales. Norma: es una regla que establece cómo debemos actuar para adecuarnos a lo que pensamos que es lo más apropiado para nuestra vida, es decir a lo que creemos que debería ser.

 ACTO. También se puede definir como acción moral y es el elemento más visible de la conducta moral. Por lo tanto no se debe mirar los actos aislados, sino la conducta global de las personas. Los actos están enraizados en actitudes. A su vez, las actitudes morales están arraigada en el carácter (modo de ser moral).

 Actitudes actos carácter actitudes fundamentación génesis Carácter moral

 Todo aquello que, aunque no sea de hecho, debería ser, ya que es mejor. Todo aquello que existe, que se da efectivamente Caracterís- ticas X protege y cuida a su hermano menor Obligativo Moral DEBER SER X humilla a su hermano menor delante de sus amigos Descripción de enunciados Natural SER Ejemplo Modos de expresión Ámbito

 CARACTERÍSTICAS DE LA NORMA. La característica que más define a la norma es su carácter de obligatoriedad. Lo anterior no debe interpretarse como la necesidad inevitable de que se cumpla la norma. La norma debe entenderse como una orden que nos obliga a hacer lo que postula. Presupone libertad.

DIMENSIONES DE LA MORAL. El doble carácter de la moral

 DIMENSIÓN SOCIAL. Moralidad. Moralidad Inmoralidad pública. Anomia. Constatación del hecho social: Lenguaje específico. Institucionalización en el derecho.

 LENGUAJE PRESCRIPTIVO. Expresiones imperativas: mandatos, peticiones, ruegos, instrucciones y permisos. Expresiones normativas: denotan la existencia de razones para que un sujeto actúe de modo determinado. Expresiones valorativas: indican la satisfacción o insatisfacción de determinadas exigencias, además indica si se recibirá satisfacción o no.

 RESUMEN. Moral: Código de normas . Moralidad: vida moral del individuo y la comunidad. Derecho: institucionalización de una parte del código moral Describen la situación social de la moral .

 DIMENSIÓN PERSONAL. Libertad. Responsabilidad. Generalidad y aplicación de la norma. Falta de regulación social. Conflictos morales.

 DESARROLLO MORAL.

 PROCESO DE MADUREZ MORAL. El psicólogo Jean Piaget (1896-1980) y su discípulo Lawrence Kohlberg (1927) estudiaron el desarrollo de la conciencia moral y la evolución de la forma en que el individuo se relaciona con las normas.

No debo sentir irá contra mi compañero que le va bien en matemáticas. Tal vez si le ayudo en otra área él me ayude con los números. INDIVIDUALISMO Conciencia de que los otros también tienen intereses. Por lo tanto el bien es relativo. Las reglas sólo se asumen si favorecen interese propios. 2 No debo molestar a mi amigo, si lo hago mi padre me castigará Ejemplo EGOCENTRISMO Incapacidad para relacionar varias perspectivas y puntos de vista. Perspectiva Social Las normas se acatan por obediencia Características 1 Estadio PRE CON VEN CIO NAL Nivel

CON VEN CIO NAL Hay que respetar a los demás. Debo ser una buena persona porque eso se espera de mí. Ejemplo COMUNITARISMO Ya hay una perspectiva social abstracta y amplia. Conciencia de los intereses generales del sistema que están por encima de los individuales y personales GREGARISMO Capacidad para relacionar distintas perspectivas y para ponerse en el lugar de otro. La perspectiva social es todavía limitada y concreta. Perspectiva social Se acatan las normas establecidas socialmente para generar un bien general. 4 Se consideran normas lo que las personas cercanas esperan de nosotros. Características 3 Estadio Nivel

 La elección de las normas es libre y racional, pero responden a principios y valores universales Al existir variedad de opiniones, principios y valores, sólo se legitiman las normas por acuerdo y que favorecen a la mayoría. Características El respeto a las personas es un principio universal que asumo como guía de mi conducta. Debo respetar a los demás porque, aunque tienen opiniones distintas, hemos decidido cooperar en beneficio de todos. Ejemplo UNIVERSALISMO Conciencia de que hay valores universales, como la igualdad, aunque las normas sociales puedan o no coincidir con ellos. Cuando ello ocurre es lícito desobedecerlas. RELATIVISMO Conciencia de la pluralidad de normas y valores. Por ello, sólo son legítimas las que surgen del consenso. Se está abierto a la posibilidad de cambiar las normas sociales. Perspectiva social 6 5 Estadio POS CON VEN CIO NAL Nivel

RELATIVISMO MORAL. “ DONDE FUERES HAZ LO QUE VIERES”

PROBLEMA ÉTICO. El que la moral sea un hecho social plantea un problema para la ética y el relativismo moral plantea un problema mayor. Ilustración griega, s.Va.C.: los sofistas comprueban la diversidad de las prácticas morales. Sócrates y Platón plantean que el Bien y la Virtud deben tener validez universal. Siglo XVIII, Ilustración: revolución en la ética.

 RELATIVISMO MORAL E IMPLICANCIAS ÉTICAS 1° Relativismo moral: las normas varían de una sociedad a otra, o con el tiempo. 2° Las normas morales han de ser siempre normas para los hombres. 3° Si lo que se entiende es que no es posible que existan principios éticos universales, el relativismo moral resulta inaceptable. Para la razón humana hay exigencia de universalidad que alcanza al campo de la ética.

 REDUCCIONISMO MORAL

SOCIOLOGISMO. Es la tendencia de explicar todos los fenómenos culturales exclusivamente mediante las diversas formas de la organización de la sociedad. Se trata de un reduccionismo que implica que le corresponde a la sociología estudiar todos esos fenómenos.

SOCIOLOGISMO. La concepción sociologista de la moral pretende que normas y valores vienen siempre de la sociedad. Los tipos de normas y valores se explicarán por el tipo de organización social Los sentimientos morales son la respuesta de los individuos a la presión social. Conclusión: la moral individual está determinada por la sociedad.

 ACLARACIONES. La moral no es creación exclusiva del cuerpo social (el individuo funcionaría como receptor pasivo). Tampoco es creación de una razón individual que pretende hallar lo que es “bueno” ella sola, prescindiendo de los demás. Una cosa es explicar sociológicamente la génesis de ciertas normas morales y otra es justificarlas éticamente. La indagación ética no versa sobre el ser, sino sobre el deber ser.

 LA MORAL INCONSCIENTE. Es la segunda forma de eliminación de la moral personal. Freud planteó que existe una moral inconciente e insana que procede del SUPERYÓ

TEORÍA FREUDIANA DE LA PERSONALIDAD. Freud explica el origen del superyó del siguiente modo: Al principio el niño no inhibe ninguno de sus deseos y pulsiones, pero luego comienza a advertir gestos de prohibición, amenaza o castigo de los padres con lo cual comienza a reprimirse y a sentirse culpable en muchas ocasiones.

TEORÍA FREUDIANA DE LA PERSONALIDAD. El niño se identifica con la imagen amenazadora del padre. La imagen del padre se interioriza, se hace inconsciente y se convierte en el superyó. El SY. sustituye las prohibiciones y castigos del padre y no recoge sus actos bondadosos.

 TEORÍA FREUDIANA DE LA PERSONALIDAD. Sus funciones son las siguientes: Autoobservación del Yo Conciencia moral - Ideal (deseos de perfeccionamiento propuestos al yo) “ El SY. es para nosotros la representación de todas las restricciones morales, el abogado de toda aspiración a un perfeccionamiento”

 RELACIÓN DEL SY. CON LA MORAL. PROBLEMA: ¿Se reduce toda la moralidad a la acción del SY? Si es así la conducta moral se explica por el inconsciente. ¿Se condice este hecho con la condición moral del ser humano?

MORAL CONSCIENTE. MORAL DEL YO. REFLEXIÓN EXAMEN DE LA SITUACIÓN ELECCIÓN MOTIVOS CONSCIENTES, VALORES AUTOOBLIGACIÓN EL YO SE OBLIGA A SÍ MISMO POR MOTIVOS CONSCIENTES SENTIMIENTOS DEL YO DE ACUERDO CON EL MODO EN SE HAYA ACTUADO.

 MORAL INCONSCIENTE. MORAL DEL SY. No hay reflexión ni elección racionales. Aunque se siga el dictado del SY. el YO se seguirá sintiendo culpable. SENTIMIENTO DE OBLIGACIÓN OBLIGA AL SY, MOTIVOS INCONSCIENTES SENTIMIENTOS DE CULPA, PROCEDEN DEL SY, MOTIVOS INCONSCIENTES

MORAL CONSCIENTE. Supone autonomía del YO respecto al SY. Procede de un modo racional Se basa en motivaciones conscientes y si existen también motivaciones inconscientes, no son determinantes. El sentimiento de obligación procede del YO, que se autoobliga a sí mismo. Los sentimientos son consecuencia de todo el proceso anterior, y se sentirá satisfecho si ha obrado según su conciencia.

NORMAS, VALORES Y CONCIENCIA. LAS BASES PARA UNA BUENA VIDA.

LOS VALORES. Las normas morales apelan a los valores que las trascienden, pero en definitiva son las que les dan sentido. El término valor surgió en el ámbito económico para referirse a aquello que tenía un precio (que vale). Las normas y los valores son suprapersonales: al parecer tiene carácter objetivo y se interiorizan por medio de la conciencia.

CARACTERISTICAS DE LOS VALORES. Tienen polaridad: Se plantean como algo valioso y, por lo tanto, deseable. Por lo anterior le corresponde un valor negativo o disvalor. Se constituyen en parejas de opuestos. Tienen carácter ideal: Son el objetivo de las normas. Pertenecen al ámbito del deber ser.

VALORES: LEGITIMACIÓN DE LAS NORMAS MORALES. Los valores legitiman las normas, pero la aplicación de éstas puede hacerse de dos maneras: Rígidamente: las normas permanecen como realidades exteriores, absolutas e intocables. Las normas parecen estar por encima de los valores, los que pueden ser ignorados o incluso silenciados. Es una etapa de heteronomía o de la moral autoritaria.

 VALORES: LEGITIMACIÓN DE LAS NORMAS MORALES. Flexiblemente: es la conciencia – individual o colectiva – la que las aplica, teniendo en cuenta los valores que intentan plasmar y las circunstancias en que se vive. Es la etapa de autonomía moral. Las normas no se ven sino como medios, y los valores son interiorizados y asumidos personalmente. En este momento, los valores están claramente por encima de las normas.

 CONCIENCIA MORAL. Representa la personalización de las normas y los valores, y la posibilidad de la autonomía moral. Es la capacidad de juzgar acerca del valor de los propios actos. Se considera la última instancia de apelación moral: en último término es a ella a quien debe obedecer el individuo. Representa la consecución de la autonomía moral.

 CONCIENCIA MORAL. ¿Qué nos dice? 1.- El conjunto de valores, deberes y normas que cada uno posee como propio e irrenunciables, pero que no están en la conciencia como algo depositado , sino como algo vivo y activo, como aspiraciones e ideales. La conciencia es una voz que llama.

 CONCIENCIA MORAL. ¿Qué nos dice? 2.- El conocimiento de la propia situación respecto a esas aspiraciones, así como el juicio de valor respecto de los actos realizados. La conciencia es una voz que juzga.

CONCIENCIA MORAL. ¿Qué nos dice? 3.- Impulsos de obligación que acompañan a los juicios de valor, mediante los cuales los hombres se autoobligan. La conciencia es una voz que obliga.

CONCIENCIA MORAL. ¿Qué nos dice? 4.- Sentimientos que surgen como consecuencias de todo lo anterior (remordimiento o satisfacción). La conciencia es una voz que sanciona.

DIVERSIDAD Y UNIVERSALIDAD DE LOS VALORES. ¿Los valores son objetivos o son sólo apreciaciones subjetivas de una persona o un grupo social? Teoría objetivista de los valores: - Los valores son cualidades o propiedades que están en las cosas, por lo tanto son objetivos.

DIVERSIDAD Y UNIVERSALIDAD DE LOS VALORES. Teoría subjetivista de los valores: No existen cosas valiosas en sí mismas, ni valores objetivos y universales. Que algo sea considerado un valor depende de la apreciación subjetiva de la persona o grupo cultural.





2.3.- La conciencia moral y el profesional

La conciencia moral

Por J.R. Ayllón

Vivo mejor con la conciencia tranquila que con una buena cuenta corriente. Tom Cruise

Es mucho menos pesado tener a un niño en brazos que cargarlo sobre la conciencia.
Dr. Lejeune



El juicio más necesario

Ingrediente fundamental de la buena vida es la buena conciencia. Algo tan inmaterial como pesado, pues quizá nada pese más sobre nuestra propia conducta. Al final de su larga vida Kant confesó que las dos cosas que más le habían asombrado eran la contemplación de la noche estrellada y la conciencia humana: "El cielo estrellado fuera de mí, y el orden moral dentro de mí".

Se refería a la conciencia moral. Porque "conciencia" tiene dos acepciones: una psicológica y otra moral. Conciencia psicológica es el conocimiento reflejo, el conocimiento de uno mismo, la autoconciencia. Conciencia moral, en cambio, es la capacidad de juzgar la moralidad de la conducta humana (propia o ajena). Es, por tanto, una capacidad de la inteligencia humana. De una inteligencia que tiene diversas capacidades, que es polifacética, porque hay -entre otras- una inteligencia estética, una inteligencia matemática, una inteligencia emocional, una inteligencia moral o ética.

Los animales no tienen conciencia. El ser humano tiene conciencia por ser animal racional, pues la razón es la facultad de juzgar. Conciencia moral es precisamente la razón que juzga la moralidad: el bien o el mal. No el bien o el mal técnico o deportivo -el que nos dice si somos un buen dibujante o un mal tenista-, sino el bien o mal moral: el que afecta a la persona en profundidad. Hay acciones que afectan a la persona superficialmente, y acciones que la afectan en profundidad. Lavarse la cara afecta a la exterioridad de la cara; en cambio, mentir afecta a la interioridad de la persona. Un periodista preguntaba a la modelo Valeria Mazza:

-¿Ha rechazado algún tabajo?
Y la respuesta es:
-Sí. Nunca hice un desnudo o pasé ropa transparente. Al principio me costaba mucho negarme, porque lo que quieres es trabajar, pero me daba cuenta de que eso afecta a tu personalidad.

Esas acciones que afectan al núcleo de la persona son las que sopesa la conciencia moral. ¿Qué importancia tiene la conciencia? La misma que un STOP, un "ceda el paso" o un semáforo. La importancia de lo que nos permite vivir como seres humanos. Porque si la razón no impone su ley, se impone la ley de la selva. Y entonces no vivimos como seres humanos, sino como monos con pantalones. Ésta es la alternativa: conciencia o selva.

De Sócrates a Gandhi

La conciencia es una curiosa exigencia de nosotros a nosotros mismos. No es una imposición externa que provenga de la fuerza de la ley, ni del peso de la opinión pública, ni del consejo de los más cercanos. Sócrates dice a Critón que las razones que le impiden huir "resuenan dentro de mi alma haciéndome insensible a otras". Los que, a lo largo de la historia, han actuado en conciencia contra la autoridad establecida, no lo han hecho por afán de rebeldía, sino por el pacífico convencimiento de que hay cosas que no se pueden hacer. Gandhi, acusado de sedición, se defiende en el más grave de sus procesos con estas palabras: "He desobedecido a la ley, no por querer faltar a la autoridad británica, sino por obedecer a la ley más importante de nuestra vida: la voz de la conciencia".

La conciencia juzga con criterios absolutos porque puede juzgar desde el más allá de la muerte. Un "más allá" que es precisamente lo que está en juego. Por la presencia de ese criterio absoluto, intuye el hombre su responsabilidad absoluta y su dignidad absoluta. Por eso entendemos a Tomás Moro cuando escribía a su hija Margaret, antes de ser decapitado: "Ésta es de ese tipo de situaciones en las que un hombre puede perder su cabeza y aun así no ser dañado".

Y entendemos que el abogado Átticus Finch, en un país racista, se enfrente a la opinión pública de toda su ciudad, por defender a un muchacho negro:

Antes que vivir con los demás tengo que vivir conmigo mismo: la única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la propia conciencia.

Y entendemos también a Platón, cuando nos dice que la verdadera salvaguarda de la justicia está en el más allá: en un juicio de los muertos seguido de premios y castigos. Por eso, la República, ese inmortal ensayo de filosofía política, concluye con el mito de Er, una narración escatológica para poner de manifiesto que la última garantía de la justicia está después de la muerte.

La conciencia es una brújula para el bien y un freno para el mal: el hombre no lucha como los animales, sólo con uñas y dientes, sino también con garrotes, arcos, espadas, aviones, submarinos, gases, bombas. Para bien y para mal, la inteligencia desborda los cauces del instinto animal y complica extraordinariamente los caminos de la criatura humana. Pero la misma inteligencia, consciente de su doble posibilidad, ejerce un eficaz autocontrol sobre sus propios actos, un control de calidad. Confucio define la conciencia con palabras sencillas y exactas: luz de la inteligencia para distinguir el bien y el mal. Y las grandes tradiciones culturales de la humanidad, desde Confucio y Sócrates, han llamado conciencia moral a ese muro de contención del mal, y le han otorgado el máximo rango entre las cualidades humanas.

Un repaso a la historia revela que ese sexto sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, se encuentra en todos los individuos y en todas las sociedades (porque todo individuo, desde niño, es capaz de protestar y decir: ¡No hay derecho!). La conciencia es un juicio de la razón, no una decisión de la voluntad. Por eso, la conciencia puede funcionar bien y, sin embargo, el hombre puede obrar mal. Con otras palabras: la conciencia es condición necesaria, pero no suficiente, del recto obrar.

Hay personas que no escuchan la voz de la conciencia y se extravían. En las tragedias de Shakespeare la conciencia se escucha pero no se sigue. Es testigo, fiscal y juez al mismo tiempo, pero Hamlet o Macbeth buscan en su interior testigos falsos, sobornan a su íntimo fiscal y corrompen su propio juicio. Dice Macbeth, antes de asesinar a su rey:

¡Baja, horrenda noche, y cúbrete bajo el palio de la más espesa humareda del infierno! ¡Que mi afilado puñal oculte la herida que va a abrir, y que el cielo, espiándome a través de la abertura de las tinieblas, no pueda gritarme: basta, basta!

Ése es precisamente el problema de Hamlet: una fina conciencia aliada con una mala voluntad.

Yo soy medianamente bueno, y, con todo, de tales cosas podría acusarme, que más valiera que mi madre no me hubiese echado al mundo. Soy muy soberbio, ambicioso y vengativo, con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para concebirlos, fantasía para darles forma o tiempo para llevarlos a ejecución. ¿Por qué han de existir individuos como yo para arrastrarse entre los cielos y la tierra.

El juicio moral es en Hamlet correcto, pero su voluntad no consigue rectificar su deseo de venganza. De ahí el sentimiento de mala conciencia.

El error de Nietzsche

La realidad de la mala conciencia ha llevado a algunos filósofos a pensar que la solución es cortar por lo sano y eliminar la conciencia. Es la pretensión del superhombre de Nietzsche: "Existe un feroz dragón llamado tú debes, pero contra él arroja el superhombre las palabras yo quiero". Nietzsche también afirma:

Hasta ahora no se ha experimentado la más mínima duda o vacilación al establecer que lo bueno tiene un valor superior a lo malo. ¿Y si fuera verdad lo contrario?

Durante demasiado tiempo, el hombre ha contemplado con malos ojos sus inclinaciones naturales, de modo que han acabado por asociarse con la mala conciencia. Habría que intentar lo contrario, es decir, asociar con la mala conciencia todo lo que se oponga a los instintos, a nuestra animalidad natural.

En el fondo de estas palabras hay una suposición falsa: sin conciencia no habría sentimiento de culpa, y sin sentimiento de culpa viviríamos felices. Si como hombres nos es negada la felicidad, quizá como superhombres podamos alcanzarla. Y seremos superhombres si nos atrevemos a levantar la máscara del deber moral, esa artimaña del débil para dominar al fuerte.

La importancia de Nietzsche en la configuración cultural del siglo XX es enorme. Lo sepamos o no, nos guste o no nos guste, el actual pensamiento occidental en en gran medida nietzscheano. Nietzsche predicó la inversión de todos los valores, y evaluaba las consecuencias de su pretensión con enorme clarividencia:

Mi nombre estará un día ligado al recuerdo de una crisis como jamás hubo sobre la tierra, al más hondo conflicto de conciencia, a una voluntad que se proclama contraria a todo lo que hasta ahora se había creído, pedido y consagrado. No soy un hombre, soy una carga de dinamita.

Para lograr la inversión de los valores, Nietzsche debe arrancarlos de su raíz fundamental. Así se entiende su obsesión por decretar la muerte de Dios: "Ahora es cuando la montaña del acontecer humano se agita con dolores de parto. ¡Dios ha muerto: viva el superhombre!". La conclusión de Nietzsche es expresada por Dostoiewki con fórmula que ha hecho fortuna: "Si Dios no existe, todo está permitido". En el mismo sentido, diversos pensadores han afirmado, a modo de ejemplo, que contra la libertad de asesinar no existe, a fin de cuentas, más que un argumento de carácter religioso. Porque la imposibilidad de matar a un hombre no es física, es una imposibilidad moral que nace al descubrir cierto carácter absoluto en la criatura finita: la imagen y los derechos de su Creador.

El éxito de Nietzsche y sus consecuencias

Vemos en nuestros días que la psicología del superhombre ha triunfado. Al menos, en el sentido que MacIntyre denuncia cuando escribe que "los ácidos del individualismo han corroído nuestras estructuras morales". Desde la Revolución Francesa, el deber moral fue definitivamente aligerado de su fundamento divino, y sólo quedó apoyado en un fundamento civil. Hoy estamos más empeñados que nunca en la vieja pretensión del superhombre: acabar con el mismo deber y sustituirlo por el individualismo, conquistar una autonomía moral casi absoluta, implantar sobre la tumba del deber el reinado de la real gana.

A los ojos de los actuales herederos de Voltaire, toda ética basada en el deber aparece como imposición rigorista e intransigente, dogmática, fanática y fundamentalista, saturada por el imperativo desgarrador de la obligación moral. Ahora, como dice Lipovetsky en El crepúsculo del deber, hemos entrado en la época del posdeber, en una sociedad que desprecia la abnegación y estimula sistemáticamente los deseos inmediatos. En este Nuevo Mundo sólo se otorga crédito a las normas indoloras, a la moral sin obligación ni sanción. "La obligación ha sido reemplazada por la seducción; el bienestar se ha convertido en Dios y la publicidad en su profeta".

Como se aprecia, Nietzsche goza ahora de una salud que no tuvo en vida. Sus ideas han dado lugar, después de Hitler, a millones de pequeños superhombres domesticados. Pero tampoco nos salen las cuentas. Lipovetsky reconoce que la anestesia del deber contribuye a disolver el necesario autocontrol de los comportamientos, y a promover un individualismo conflictivo. Cita como ejemplos elocuentes la durísima competencia profesional y social, la proliferación de suburbios donde se multiplican las familias sin padre, los analfabetos, los miserables atrapados por la gangrena de la droga, las violencias de los jóvenes, el aumento de las violaciones y los asesinatos. Son efectos de una cultura -dice- que celebra el presente puro estimulando el ego, la vida libre, el cumplimiento inmediato de los deseos.

Los predicadores de la desvinculación moral siempre han soñado con la muerte del deber y el nacimiento del individualismo responsable. Pero el vacío dejado por el deber ha mostrado deficiencias estructurales. Lipovetsky advierte que en la resolución de esos conflictos nos jugamos el porvenir de las democracias: "No hay en absoluto tarea más crucial que hacer retroceder el individualismo irresponsable". Si su libro El crepúsculo del deber se abría con un optimismo que sonaba a música celestial compuesta para la coronación del buen salvaje, doscientas páginas después, Lipovetsky empieza a desdecirse y denuncia las trampas de la razón posmoralista, apela con todas sus fuerzas a la ética aristotélica de la prudencia, explica cómo en todas partes la fiebre de autonomía moral se paga con el desequilibrio existencial, y reconoce abiertamente que la solución a nuestros males "exige virtud, honestidad, respeto a los derechos del hombre, responsabilidad individual, deontología".

Como hemos visto, la autonomía absoluta es inviable en sociedad. Sería posible si fuésemos dioses o bestias. Por eso las cárceles están llenas de individuos que ejercieron alguna vez la autonomía sin límites: una prerrogativa que tiende a convertirse en mecanismo de destrucción.



Educación de la conciencia

No podemos olvidar rasgos de la vida humana que son necesarios y casi inevitables en cualquier sociedad, cuya presencia impone ciertos criterios valorativos a los que no se puede escapar. Se trata de formas básicas de verdad y de justicia imprescindibles en todo grupo humano. Al mismo tiempo, no parece posible prescindir de cualidades como la amistad, la valentía o la veracidad, por la simple razón de que el horizonte vital de los que ignorasen tales cualidades se restringiría hasta lo insoportable. Transcribo un párrafo de la Historia de la ética, de MacIntyre:
Hay reglas sin las cuales no podría existir una vida humana reconocible como tal, y hay otras reglas sin las cuales no podría desenvolverse siquiera en una forma mínimamente civilizada. Éstas son las reglas vinculadas con la expresión de la verdad, con el mantenimiento de las promesas y con la equidad elemental. Sin ellas no habría un terreno donde poder pisar como hombres.

Después de todo lo dicho, entendemos que la conciencia es una pieza insustituible de la personalidad humana. No es correcto concebir la conciencia como un código de conducta impuesto por padres y educadores, algo así como un lavado de cerebro que pretende asegurar la obediencia y salvaguardar la convivencia pacífica. En cierta medida, la conciencia es fruto de la educación familiar y escolar, pero sus raíces son más profundas: está grabada en el corazón humano. La conciencia es una pieza necesaria de la estructura psicológica del hombre. También hemos sido educados para tener amigos y trabajar, pero la amistad y el trabajo no son inventos educativos sino necesidades naturales: debemos obrar en conciencia, trabajar y tener amigos porque, de lo contrario, no obramos como hombres.

Si tenemos pulmones, ¿podríamos vivir sin respirar? Si tenemos inteligencia, ¿podríamos impedir sus juicios éticos? Desde este planteamiento se entiende que la conciencia moral, lejos de ser un bello invento, es el desarrollo lógico de la inteligencia, pertenece a la esencia humana, no es un pegote, forma parte de la estructura psicológica de la persona. No podemos olvidar que el juicio moral no es un juicio sobre un mundo de fantasía, sino sobre el mundo real. Puedes impedir el juicio de conciencia, y también puedes negarte a comer, o conducir con los ojos cerrados. Lo que no puedes es pretender que los ojos, el alimento y los juicios morales sean cosas de poca monta, sin grave repercusión sobre tu propia vida. Precisamente por ser una pieza insustituible se puede hablar así:

* Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Dotados como están de dignidad y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. * Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (Declaración Universal de Derechos Humanos, artículos 1 y 18).

* Vivo mejor con la conciencia tranquila que con una buena cuenta corriente (Tom Cruise).

* Es mucho menos pesado tener a un niño en brazos que cargarlo sobre la conciencia (Jèrôme Lejeune).

Ante la necesidad de decidir moralmente, resulta necesario educar la conciencia. Una educación que debe empezar en la niñez y no interrumpirse, pues ha de aplicar los principios morales a la multiplicidad de situaciones de la vida. Una educación protagonizada por la familia, la escuela y las leyes justas. Una educación que lleva consigo el equilibrio personal y que supone respetar tres reglas de oro:

* Hacer el bien y evitar el mal.
* No hacer a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros.
* No hacer el mal para obtener un bien.

La educación de la conciencia es incompatible con el relativismo moral, con la concepción subjetivista del bien. Dicho de otra manera: educar la conciencia es enseñarla a respetar la realidad, a no manipular lo que es objetivo. La inteligencia es la capacidad de conocer la realidad y conocerse a uno mismo. Y educar la inteligencia es entrenarla para reconocer las cosas como objetivamente son, no como subjetivamente pueden parecer o nos conviene que sean. Lo cual no es nada sencillo. Pongo un ejemplo literario: Lo que para Sancho Panza es bacía de barbero, para Don Quijote es el yelmo de Mambrino. Pero los dos no pueden tener razón. De igual manera, lo que para Don Quijote son gigantes enemigos, para Sancho son molinos de viento.

Son ejemplos suficientemente grotescos como para no sentirnos aludidos. Nos parece que nadie en su sano juicio ve la realidad tan distorsionada. Pero, por desgracia, no es así: entre un terrorista y un ciudadano pacífico, entre un defensor del aborto y un defensor de la vida, entre un ateo y un creyente, entre un nazi y un judío, entre un homosexual y un heterosexual, entre un vendedor de droga y un vendedor de helados, entre el que vive fuera de la ley y el que vive dentro, entre el que conduce sobrio y el que conduce borracho, las diferencias pueden ser mayores y más dramáticas que las diferencias entre Don Quijote y Sancho.

Estas comparaciones no son exageradas ni teóricas. Ojalá lo fueran. Como profesor, me afectan personalmente, pues conozco en mis alumnos y en mis antiguos alumnos las consecuencias de no reconocer que la realidad es como es, con sus leyes propias. Me refiero a ciertas consecuencias lamentables de esas distorsiones de la realidad: el suicidio, la muerte por sida, por sobredosis o por conducir borracho. En este sentido se ha dicho que Dios perdona siempre, que el hombre perdona algunas veces, y que la naturaleza no perdona nunca. Pero el castigo de la naturaleza nunca es a traición, pues avisa previamente por medio de la conciencia.


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