UNIDAD 3


UNIDAD 3.- ÉTICA APLICADA / ÉTICA PROFESIONAL.



3.1- ¿QUÉ ES RESPONSABILIDAD SOCIAL?



Es una tarea difícil ponerse de acuerdo en la definición de un concepto como

Responsabilidad Social. Tanto desde el frente académico como del empresarial, se han sucedido una serie de definiciones distintas que han convergido, en algunos casos, en un mar de confusión sobre los contenidos del tema. En Peru promesa hemos elaborado una definición útil que se adecua a nuestra visión de mundo y nos permite avanzar de acuerdo a nuestros objetivos, que es la siguiente: la capacidad de valorarlas consecuencias que tienen en la sociedad las acciones y decisiones que toman las diferentes personas y organizaciones como parte del logro de sus propios objetivos y metas.

En una definición de este tipo, el hombre de acción, el líder, aquel que tiene a su cargo un equipo de personas para hacer frente una determinada tarea, no se nos presenta como una persona desentendida ni desconectada del contexto social del cual forma parte. Es decir, no tiene una independencia natural ni intrínseca de sus acciones. Como parte de nuestra concepción de Responsabilidad Social, el líder tiene en cuenta que cada uno de los pasos que da tiene repercusión, ya sea positiva o negativa, en la sociedad en la que opera, incorporando como parte de su accionar una conciencia colectiva que involucra a su propio equipo de trabajo como a sus congéneres en general. El líder, dentro de esta visión, forma parte de una red de relaciones sociales, si se quiere, de delicada confección, en la que cortar uno de los hilos debilita al conjunto general, o en la que al fortalecer uno de ellos fortalece también la obra total.

Perú Promesa ha asumido la tarea de compartir y promover esta manera de actuar y proceder, poniendo su atención especialmente en aquellos jóvenes universitarios que serán los futuros líderes de un país como el Perú, que todavía no ha resuelto problemas y necesidades esenciales de su población.

Nuestra contribución, por tanto, aparece como una apuesta a futuro, fortaleciendo desde su formación a los que, más adelante, serán los dirigentes socialmente responsables de nuestra nación, ayudándolos en su acercamiento a la realidad social que se extiende más allá de los límites de los claustros universitarios. El aporte que proporcionamos, por consiguiente, no se dirige únicamente a mejorar la formación profesional de los jóvenes, sino a permitirles llevar adelante sus propias convicciones, esperanzas e intereses solidarios, plasmados en propuestas concretas de acción que beneficien a otros peruanos como ellos, en un esfuerzo desinteresado por construir un país con menos desigualdades. He ahí la razón de ser de la inclusión del componente del trabajo voluntario en nuestra propuesta.

Los valores solidarios no se adquieren pensando o reflexionando: se adquieren actuando. En el intento, exitoso o fallido, se aprende. La experiencia de llevar adelante un proyecto, de establecer contacto e incorporar en su ejecución a los propios interesados en mejorar sus condiciones de vida, en enfrentarse a los obstáculos inesperados que la vida y la sociedad les puede presentar, ya está formando en si misma a los futuros líderes socialmente responsables. Esta es nuestra apuesta, y la promesa que vemos en los jóvenes universitarios. Un  camino aun de largo recorrido.

¿Por qué una ética profesional en nuestros tiempos?

Algunos estudiosos de la conducta humana encuentran pequeñas diferencias en el uso de las palabras ética y moral. Esto se debe a que ambas prácticamente tienen el mismo significado y se relacionan entre si. A saber, la palabra ética proviene del griego "ethos" (caracter, temperamento, habito, modo de ser) y la palabra moral se deriva del latin "mos, moris" (costumbre, habito). Ambas palabras (ethos y mos) se ubican en el terreno de la etica y hacen hincapie en un modo de conducta que es adquirido por medio del habito y no por disposicion natural. Por su definicion etimologica, la etica es una teoría de habitos y costumbres. Comprende, ante todo, "las disposiciones del hombre en la vida, su caracter, sus costumbres y, naturalmente tambien la moral."

(Aranguren).

El concepto etica en este escrito se analizara desde el punto de vista de Fagothey (1991) que establece que esta "es el conocimiento de lo que esta bien y de lo que esta mal en la conducta humana" (2). A diario se enjuicia moralmente un acto y se afirma que es o no es etico, o sea bueno o malo, si este acto esta a favor o en contra de la naturaleza y dignidad del ser humano.

Según Escobar (1992) "la etica nos ilustra acerca del porque de la conducta moral y los problemas que estudia son aquellos que se suscitan todos los días en la vida cotidiana, en la labor escolar o en la actividad profesional" (1).

Necesidad de la Ética

Todo trabajador tiene o debe desarrollar una etica profesional que defina la lealtad que le debe a su trabajo, profesion, empresa y companeros de labor.

Villarini (1994) describe que "la etica de una profesion es un conjunto de normas, en terminos de los cuales definimos como buenas o malas una practica y relaciones profesionales. El bien se refiere aqui a que la profesión constituye una comunidad dirigida al logro de una cierta finalidad: la prestación de un servicio" (53). Senala, ademas, que hay tres tipos de condiciones o imperativos eticos profesionales: (1) competencia -exige que la persona tenga los conocimientos, destrezas y actitudes para prestar un servicio (2) servicio al cliente - la actividad profesional solo es buena en el sentido moral si se pone al servicio del cliente (3) solidaridad - las relaciones de respeto y colaboración que se establecen entre sus miembros.

Para lograr en los empleados una conciencia etica profesional bien desarrollada es que se establecen los canones o codigos de etica. En estos se concentran los valores organizacionales, base en que todo trabajador deberá orientar su comportamiento, y se establecen normas o directrices para hacer cumplir los deberes de su profesion.

En virtud de la finalidad propia de su profesion, el trabajador debe cumplir con unos deberes, pero tambien es merecedor o acreedor de unos derechos. Es importante saber distinguir hasta donde el debe cumplir con un deber y a la misma vez saber cuales son sus derechos. En la medida que el cumpla con un deber, no debe preocuparse por los conflictos que pueda encarar al exigir sus derechos. Lo importante es ser modelo de lo que es ser profesional y moralmente etico. Por ejemplo, un deber del profesional es tener solidaridad o companerismo en la ayuda mutua para lograr los objetivos propios de su empresa y, por consiguiente, tener el derecho de rehusar una tarea que sea de caracter inmoral, no etico, sin ser victima de represalia, aun cuando esto tambien sea para lograr un objetivo de la empresa. Al actuar de esa manera demuestra su asertividad en la toma de decisiones eticas, mientras cumple con sus deberes y hace valer sus derechos. Ademas, demostrara su honestidad, que es el primer paso de toda conducta etica, ya que si no se es honesto, no se puede ser etico. Cuando se deja la honestidad fuera de la etica, se falta al codigo de etica, lo cual induce al profesional a exhibir conducta inmoral y antietica.

Hay tres factores generales que influyen en el individuo al tomar decisiones

eticas o antieticas (Ferrell, 87-96), los cuales son:

1. Valores individuales - La actitud, experiencias y conocimientos del individuo y de la cultura en que se encuentra le ayudara a determinar que es lo correcto o incorrecto de una accion.

2. Comportamiento y valores de otros - Las influencias buenas o malas de personas importantes en la vida del individuo, tales como los padres, amigos, companeros, maestros, supervisores, lideres politicos y religiosos le dirigiran su comportamiento al tomar una decision.

3. Código oficial de ética - Este codigo dirige el comportamiento etico del empleado, mientras que sin el podria tomar decisiones antieticas.

Un aumento en las regulaciones rigidas en el trabajo a traves de los codigos de

etica ayudara a disminuir los problemas eticos, pero de seguro no se podrá eliminarlos totalmente. Esto es asi, debido a las caracteristicas propias de la

etica que establecen que esta varia de persona a persona, lo que es bueno para uno puede ser malo para otro; esta basada en nuestras ideas sociales de lo que es correcto o incorrecto, varia de cultura a cultura, lo cual no se puede evaluar un pais con las normas de otro; y esta determinada parcialmente por el individuo y por el contexto cultural en donde ocurre No obstante, el profesional debe reconocer que necesita de la etica para ser sensible a los interrogantes morales, conocer como definir conflictos de valor, analizar disyuntivas y tomar decisiones en la solucion de problemas.



3.2  La profesión como servicio a los demás

La práctica docente como ética aplicada

La práctica docente, además de ser una práctica técnica, es una práctica ética en el sentido de que realiza o actualiza los bienes sociales que le son propios. Una práctica profesional ética es una acción moralmente informada; de ahí que las prácticas no sean un medio para producir el bien o los valores a los que se aspira, sino el lugar mismo donde se encarnan y viven los valores (Puig, 2003). Estos valores son, por ejemplo: el respeto a la dignidad de los usuarios del servicio docente; la ayuda que se les presta; la responsabilidad para con ellos y para con la comunidad social a la que se garantiza la satisfacción de sus necesidades por la prestación de servicios profesionales competentes (Chávez, 2008); la colaboración para que sea el usuario mismo quien se responsabilice de su vida y de la solución de sus problemas, y el diálogo desde el reconocimiento del otro como interlocutor válido.

El reconocimiento de todo sujeto de la comunidad educativa –o de todo afectado por las decisiones que se tomen en dicha comunidad– como interlocutor válido es consustancial a las éticas aplicadas. Lo que se debe hacer en la docencia, se tiene que forjar en las distintas esferas de la vida social (en comisiones, en comités, en códigos y en la opinión pública) que constituyen la intersubjetividad moral que se va descubriendo mediante la reflexión y la acción (Domingo, 2008).

Las éticas aplicadas, como es el caso de la ética docente, nacen de la reflexión pública, su tarea consiste en resolver cuestiones también de carácter público y tienen un papel esencial qué cumplir en la deliberación de la sociedad (Conill, 2003).

La esfera de la opinión pública es una institución indispensable de la sociedad civil en una comunidad política pluralista. En un Estado justo, lo que debe trasmitirse en la educación no puede fundarse en la voluntad particular de un soberano ni de un grupo particular, sino en la voluntad racional de lo que todos podrían querer, por lo que es indispensable una publicidad razonante.1

Los profesionales docentes deben promover la responsabilidad de cada miembro del aula respecto a sus compañeros, su familia y la sociedad, y así desarrollar el compromiso ético (Escámez y Gil, 2001). Sus intervenciones tienen que orientarse a crear disposiciones que faciliten ocuparse de los otros, a estimular la voluntad de participación real en los asuntos públicos, que coloca a los miembros de la comunidad política como protagonistas; que pasan de individuos objeto de ayuda a sujetos de colaboración entre ellos. Los docentes han de promover la autonomía personal del alumnado, que no es otra cosa que el aprendizaje que mejora los niveles de la conciencia y de las decisiones personales (Escámez, 2007) en los asuntos que a uno le conciernen.

El profesional docente ha adquirido, se supone, no sólo conocimientos y habilidades, sino también modos de hacer, sentido de pertenencia a un colectivo profesional y a una tradición centrada en la mejor prestación del servicio que le es propio. En la socialización dentro de su colectivo profesional el docente adquiere el sentido de lo que es ser un buen profesional, cuáles son sus obligaciones y el modo de interpretarlas en el presente, desde una historia del ejercicio profesional, a partir de sus mejores logros y de sus desviaciones o malas prácticas (Hortal, 2003).

No se puede hacer un planteamiento moral en general de lo que se debe hacer en todas las profesiones, sino que la ética profesional docente tiene que construirse desde sus propias fuentes (Conill, 2003). La primera de ellas son los colectivos docentes que proponen normas o códigos desde el conocimiento concreto del servicio y la función social que prestan, desde las responsabilidades profesionales, la experiencia contrastada de las buenas maneras en la forma de actuar y de enfrentarse a los problemas del aprendizaje y de la enseñanza. La segunda fuente son las teorías o reflexiones morales de los pensadores que se han dedicado a las éticas aplicadas. La tercera fuente son los usuarios del servicio de la docencia en sus distintas modalidades: alumnado, familia, instituciones educativas, empleadores y las diversas instituciones en las que se manifiesta la riqueza plural de las sociedades complejas actuales.

La ética del profesional docente, en la actual sociedad del conocimiento, tiene que ser construida entre todos los ciudadanos a quienes afectan las decisiones que se toman en el terreno de la enseñanza y el aprendizaje (Cortina, 2003). Las decisiones que se toman en el sistema educativo afectan a toda la ciudadanía, de una u otra manera, y esto plantea la exigencia de asumir no sólo la perspectiva del experto, ni –en su caso– la del representante sindical o colegial, sino la de todas las personas afectadas por las decisiones, que no son simples objetos beneficiarios de ellas (como querría un despotismo ilustrado), sino sujetos autónomos, facultados para y con derecho a participar significativamente en tales decisiones. Esa participación de todas las personas implicadas es necesaria en una democracia real y en una sociedad civil vigorosa.

Como se ha dicho con anterioridad, la consideración del sujeto como interlocutor válido para configurar la ética profesional docente constituye el trasfondo común a todas las éticas aplicadas. En todas ellas el afectado, en último término, es quien está legitimado para exponer sus intereses, y sólo deben considerarse legítimas aquellas normas que satisfagan intereses universales.

Desde esta perspectiva, en una sociedad del conocimiento compleja como la actual, la ética docente debe atender al menos a cinco puntos de referencia (Cortina, 2003):

1) las metas sociales por las que cobra su sentido;

2) los mecanismos adecuados para alcanzarlos en una sociedad moderna;

3) el marco jurídico–político correspondiente a la sociedad, expresado en la constitución y en la legislación complementaria vigente;

4) las exigencias de la moral cívica alcanzada por la actual sociedad, y

5) las exigencias de una hermenéutica crítica, como marco de fundamentación de las normas de actuación ética.

La práctica profesional docente, desde la perspectiva relacional, consiste en acoger, escuchar y conocer al otro para actuar a favor de las necesidades expresadas por él. Noddings (2005) plantea la pertinencia de diferenciar entre necesidades expresadas y necesidades inferidas. A veces, sucede que las necesidades más profundas permanecen ocultas, incluso para quienes las tienen, y no son expresadas; por eso, es importante desarrollar relaciones interpersonales auténticas para escuchar, incluso en el silencio, las necesidades de la otra persona. Las necesidades expresadas son aquellas que parten de la persona que recibe el cuidado y son comunicadas por medio del lenguaje verbal o no verbal. En cambio, las necesidades inferidas provienen de otra persona distinta a aquélla que ha de recibir el cuidado.

3. Las metas y los contenidos de la docencia

La docencia, tal y como la proponía el primer modelo ilustrado, intentaba transmitir la ciencia, la visión científica del mundo, o al menos capacitar al estudiantado para acceder a esa visión. De la ciencia se esperaba el remedio de los males materiales y sociales de la humanidad. Con el tiempo, ha ido quedando claro que eso no es así.

De la escuela se espera que contribuya a la formación de las personas de modo que puedan participar plenamente en la vida y en la cultura de la sociedad en la que han nacido (Hortal, 2000). Se espera mucho más, quizás demasiado. Cada vez que algo no funciona en la sociedad, se pretende que sea ella la que lo haga funcionar: si hay desigualdades sociales se introduce la educación compensatoria, si hay accidentes de tráfico se introduce la educación vial, si se deteriora el medio ambiente se introduce la educación ambiental o la educación para el desarrollo sostenible, si hay violencia de género se introduce la educación para la igualdad, si estallan conflictos interculturales o violencia ciudadana se promociona la educación para la ciudadanía, etcétera.

Hace años, Fernando Savater (1997) hizo una pregunta acertada: ¿Qué es lo que puede enseñarse y debe aprenderse en las escuelas? Ciertamente, si se intentara una respuesta filosófica amplia el empeño sería abrumador, pues se toparía con el problema de los fines de la educación. Una reflexión sobre tales fines recae en el destino del hombre, sobre el puesto que ocupa en la naturaleza y sobre las relaciones entre los seres humanos. La profundidad del cambio social que tiene lugar actualmente obliga a reformular las preguntas básicas sobre los fines de la educación, sobre quiénes asumen la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones y sobre qué legado cultural, qué valores, qué concepción del hombre y de la sociedad se quieren transmitir (García, Escámez, Martínez y Martínez Usarralde, 2008). Tal empeño nos llevaría muy lejos y, quizás, por derroteros poco prácticos para orientar a los docentes en una sociedad como la nuestra, tan compleja y plural en las concepciones de la vida buena.

Savater (1997) recomienda acudir al ideal educativo de los griegos para ver si se encuentra alguna respuesta acertada para esta sociedad del conocimiento en la que vivimos. Entre los griegos, había una distinción de funciones que aún persiste en algunos docentes: la que separa la educación propiamente dicha, por un lado, y la instrucción, por otro. Cada una de las dos era ejercida por una figura docente específica, la del pedagogo y la del maestro. El pedagogo era un fámulo que pertenecía al ámbito interno del hogar y que convivía con los niños y adolescentes, instruyéndoles en los valores de la ciudad, formando su carácter y velando por el desarrollo de su integridad moral. En cambio, el maestro era un colaborador externo a la familia y se encargaba de enseñar a los niños una serie de conocimientos instrumentales como la lectura, la escritura y la aritmética. La tarea educativa del pedagogo era considerada primordial y se le tenía gran estima; mientras que el maestro era un simple instructor y su papel estaba valorado como secundario.

Por mucho que algunos todavía se empeñen, la contraposición educación versus instrucción resulta hoy notablemente obsoleta y muy engañosa para los contenidos que han de enseñarse y deben aprenderse en el sistema educativo:

Nadie se atreverá a sostener seriamente que la autonomía cívica y ética de un ciudadano puede fraguarse en la ignorancia de todo aquello necesario para valerse por sí mismo profesionalmente (...) ¿Cómo puede instruirse a alguien en conocimientos científicos sin inculcarle respeto por valores tan humanos como la verdad, la exactitud o la curiosidad? ¿Puede alguien aprender las técnicas o las artes sin formarse a la vez en lo que la convivencia social supone y en lo que los hombres anhelan o temen? (Savater, 1997, pp. 47–48).

La ética del cuidado invita al profesorado de las distintas disciplinas a que amplíen y profundicen sus relaciones afectivas con la materia objeto de estudio, explorando sus conexiones con otras asignaturas, las vidas individuales del profesorado y del alumnado, y las cuestiones existenciales. De ese modo, los estudiantes podrán mostrar un verdadero entusiasmo por la asignatura y los docentes podrán provocar en su alumnado también respuestas afectivas positivas hacia su materia.

Como manera de explorar dichas conexiones se propone construir un repertorio de historias o narraciones. Los profesores recogen historias procedentes de la literatura científica, literaria o personal, que se conectan a su vez con las asignaturas que imparten otros profesores. Con esto, se favorece el trabajo interdisciplinario entre el profesorado y el interés por asuntos significativos para la vida, que van más allá de la parcelación de las disciplinas.

Lo anterior fácilmente puede llevar al profesorado y al alumnado a experimentar un entusiasmo renovado por enseñar y aprender, a través del uso de historias o narraciones que invitan a la aparición de respuestas afectivas hacia los contenidos de la enseñanza y el aprendizaje. La literatura que el profesorado selecciona teniendo en mente los intereses del alumnado, debe cumplir dos criterios básicos: que sea ampliamente juzgada como una obra de calidad alta, y que el profesorado la encuentre lo suficientemente provocadora (Noddings, 1996).

La meta social de la docencia consiste en la transmisión de la cultura y la formación de personas críticas. Ése es el bien que legitima la docencia y que tiene que ser respetado escrupulosamente por los que se dedican a ella, si pretenden ser profesionales éticamente competentes. Sin embargo, en la actual sociedad del conocimiento el docente tiene que prestar una especial atención a la segunda parte de tal meta social: el desarrollo o la promoción del pensamiento crítico de los estudiantes, que tiene que ver con el desarrollo de la racionalidad e implica que los estudiantes lleguen a comprender lo que hace que un razonamiento sea bueno; a mejorar sus habilidades para observar e inferir, generalizar, expresar hipótesis, concebir alternativas, evaluar afirmaciones, detectar problemas y percatarse de la acción apropiada. Obviamente, la adquisición de un pensamiento crítico también supone determinadas actitudes como la curiosidad intelectual, la objetividad, la flexibilidad, la honestidad y el respeto al punto de vista de los otros.

El desarrollo o la promoción del pensamiento crítico del alumnado exige al docente: a) la estimulación del debate entre el alumnado, y el entrenamiento para que aporte y solicite generando pensamiento público; b) el planteamiento de los conocimientos, como resultados de problemas que han preocupado a la gente de otras épocas o a las personas de hoy; y, sobre todo, c) la honradez veraz para señalar lo mucho que se desconoce en el campo que se está tratando.

Respecto a las metas sociales de la ética docente, hay orientaciones precisas y de indudable autoridad: los informes internacionales de los comités constituidos para ello. Ciertamente en las éticas aplicadas, como la ética profesional docente, es necesario atender las voces de quienes trabajando en los distintos ámbitos, con rigor y seriedad, se preocupan para que el trabajo se lleve a cabo de acuerdo con el nivel de ética cívica alcanzado por la sociedad. Justamente en descubrir esos valores compartidos y en aventurar, desde ellos, respuestas responsables, se comprometen las comisiones nacionales e internacionales y los comités de ética de las instituciones públicas, que van descubriendo cómo un mínimo de acuerdos morales traspasa las fronteras y va forjando una ética cívica transnacional (Cortina, 2003).

En el caso de las metas sociales, que legitiman éticamente la profesión docente, el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, presidida por Jacques Delors, las establece así:

Para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales, que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer para influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, que recoge elementos de las tres anteriores (Delors, 1996, pp. 9596).

En una página posterior del mismo Informe (Delors, p. 109), hace una excelente síntesis de las metas sociales o el servicio que debe prestar la profesión docente al aprendizaje de los usuarios de la misma: aprender a conocer, combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar en los conocimientos de un pequeño número de materias, lo que supone además, aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida; aprender a hacer con el fin de adquirir no sólo una calificación profesional, sino, más generalmente, una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y para trabajar en equipo, pero también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes; aprender a vivir juntos, desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia, realizando proyectos comunes y preparándose para tratar los conflictos, respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz; aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo.

En los sistemas educativos formales no hay que dar prioridad a la adquisición de los conocimientos en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. La educación para la ética del cuidado defiende que los afectos y las emociones pertenecen al proceso educativo, porque tienen la capacidad de aumentar la pasión por el aprendizaje, aliviar el sentimiento de aislamiento y mejorar el funcionamiento de la clase. Conocer a través del uso de la razón no debe provocar que se ignore el papel que juegan los sentimientos y las emociones en el mismo proceso de aprendizaje y la interpretación de la realidad; por eso, es necesaria una educación que haga posible el equilibrio entre la razón, el afecto y las emociones (Noddings, 1996).







3.3.- Dilemas Morales. Construcción de principios de acción moral.



 LA EDUCACIÓN EN VALORES EN LA PRÁCTICA EDUCATIVA.  La Reforma educativa en nuestro país o que se está haciendo en Europa1, entiende la acción educativa en un sentido amplio, incluyendo como una parte esencial la dimensión ética. Se considera que la educación tiene entre sus fines esenciales, junto a la integración de los jóvenes en la cultura de un grupo social, la formación ético-cívica en aquellos valores que debemos defender y/o sería razonable aspirar en nuestro mundo actual y futuro. Por eso la acción educativa se configura no sólo por los aspectos conceptuales y por un conjunto de habilidades o procedimientos, sino también por unas actitudes, valores y normas morales o sociales vigentes y/o deseables. De hecho la escuela transmite, aún sin proponérselo explícitamente, estos contenidos valorativos y actitudinales, por lo que más vale planteárselos crítica y reflexivamente, que dejarlos al arbitrio de cada uno, renunciando -entonces- la escuela a su función propiamente educativa.

Recuperar hoy la función educativa de la escuela parece una necesidad. Hay -sin duda- una demanda social en este sentido, pues, aparte de graves problemas de conducta y convivencia en nuestra sociedad, en algunos casos manifiestos en los comportamientos de algunos jóvenes, ha surgido la necesidad de educar en un conjunto de valores (igualdad frente al racismo, educación ambiental frente a los problemas ecológicos, paz, igualdad entre sexos, consumismo, etc.), que nos preocupan en este siglo.

La escuela tiene la obligación de proporcionar las claves y experiencias de aprendizaje desde las que los alumnos puedan ir construyendo un marco mental propio, que contribuya a una autonomía en el desarrollo social y moral. Y en este sentido es un reto que se plantea a la educación para lograr promover la autonomía de los alumnos y de las alumnas, no sólo en los aspectos cognoscitivos e intelectuales, sino también en su desarrollo social y moral.

Plantear que todo el curriculum y la acción conjunta del centro esté impregnado de valores morales y cívicos, fuertemente problemática por su vulnerabilidad frente al contexto social.

Esta tarea no es exclusiva sólo de la escuela y de sus maestros y profesoras sino que demanda compartir esta función con la implicación directa de los padres y de la llamada “comunidad educativa”.

Una educación en valores exige un amplio apoyo en materiales y acciones formativas de los profesores, rediseñar los espacios organizativos y

1 El Informe Delors (“La educación encierra un tesoro”. Madrid : Santillana, 1.996) sobre la educación para el siglo XXI, encargado por la UNESCO a una Comisión presidida por Jacques Delors, también pretende - entre otros objetivos - revalorizar los aspectos éticos y morales.



La necesidad de la educación en valores.

La escuela ha ido relegando la educación en hábitos, actitudes y valores, pensando que cada alumno podría aprender por sí mismo lo bueno o malo, o en cualquier caso era una tarea de la familia.

El abandono de esta dimensión ética por parte de la escuela se explica por:

 En tanto la educación en valores y actitudes fue un componente de la educación religiosa confesional y en aras a una neutralidad ideológica el natural refugio en contenidos instructivos ha ido relegando -en parte- una educación moral y ha dejado -en cierta medida- desarmada a la escuela en general frente a las demandas de los padres y familias.



Se pensó que la nueva vida democrática implicaba que cada uno tiene los valores que prefiera, puede hacer lo que quiera con tal de que no incida negativamente en otros, y la escuela no debe intervenir en el campo de los valores.

Frente a este “objetivismo/neutralismo”, hemos de reconocer que una educación sin un propósito moral, en el mejor sentido y más amplio de la palabra, no es nada.

- En segundo lugar, desde un enfoque liberal en educación, se relegó el campo de la educación en valores a la esfera privada, dejando de ser objetivo de la enseñanza pública. El temor a adoctrinar, a caer en el autoritarismo, ha llevado a creer que cada uno lo puede aprender por sí mismo. Cada uno tiene sus propios valores (modos de pensar y actuar), que es preciso respetar.



Se ha confundido el valor de la tolerancia con la ausencia de cualquier norma.” Minimizar el valor de la disciplina -recuerda Victoria Camps (1.990) - es ignorar lo que los griegos ya sabían y aceptaban: que la virtud es hábito, costumbre, repetición de actos, es decir, disciplina”

Esta ausencia de normas claras, dice -con razón- Victoria Camps (1.990), nos ha llevado -por debilidad ideológica, que acusamos como docentes al igual que el resto de la sociedad- a una educación “débil”, a no tener nada que ofrecer, o mejor, a renunciar a ser responsables del mundo en que hemos colocado a nuestros niños y jóvenes.

Frente a no querer intervenir cuando permaneciendo en una falsa neutralidad, cabría comenzar afirmando, como hacía Camps (1.900), que “la

tomemos como la tomemos, la educación no está libre de valores. Tiene que ser ideológica. Si educar es dirigir, formar el carácter o la personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, la educación no puede ser neutra. Las finalidades educativas son valores en la medida en que son opciones, preferencias, elecciones.”

Los valores en educación son, pues, ineludibles. Pretender (“ser objetivo” o “ser neutral”), no solo es prácticamente imposible o indeseable, es una contradicción en los términos. Cada acción educativa se sostiene en función de que asume, implícitamente, que algo merece ser enseñado/aprendido. Cada acción o enunciado del profesor transmite determinadas preferencias, actitudes, valores. De modo parecido cada aspecto del centro escolar, ya sea su gestión, organización o vida cotidiana, contiene determinadas asunciones valorativas, ya sean explícitas o implícitas (Curriculum oculto).

- En tercer lugar un cierto racionalismo llevó a pensara que la ciencia hace innecesaria la moral.



La demanda de formación en buenos hábitos, sentido de autoridad o de obediencia a las normas establecidas (lo que se llama una “buena educación”), hemos de reconocerlo, es hoy exigencia por parte de la mayoría de los padres.

A este respecto citamos a Gimeno (1.996): “Si la educación pública es responsable de la búsqueda, en lo que a ella compete, de un modelo de individuo y de ciudadano, la escuela tiene que ser militante defensora de la socialización en una serie e valores claros. (…) La necesidad de un rearme en esta dirección es tanto más urgente, cuanto que los jóvenes de las clases sociales que no tienen más alternativa que acudir a la escuela pública quedan más indefensos ante los modelos de socialización potentes que operan en el exterior.

Ante esta situación hay que optar porque cada centro escolar tenga sus propios valores, en lugar de una escuela unificada en sus objetivos educativos fundamentales, base de la integración nacional, aunque conformada por diversos públicos y culturas. Con el Proyecto Educativo, los centros escolares están progresivamente siendo requeridos para dotarse en primer lugar y declarar públicamente después los valores que como organizaciones pretenden promover configurando una “personalidad” o “estilo educativo propio”.

Los centros escolares deben diferenciarse, entre otros factores por la oferta de valores que realizan, forzando a forjar una identidad perdida o negada, para ir encontrando su propio lugar en la oferta educativa.

El Proyecto del Centro puede posibilitar una ocasión y espacio para que los profesores reflexionen sobre qué tipo de valores tratan de promover, alcanzando un acuerdo y comprometiéndose a que no haya contradicciones entre lo que se hace en clase y lo que se vive en el Centro.

2.3) Enfoques actuales en la educación en valores.

En la educación en valores podemos analizar los siguientes enfoques:

El enfoque tradicional predominante hasta la década del 60, que entiende la educación moral y enseñanza de actitudes como la interiorización de unas normas y valores absolutos u objetivos, que se deben aceptar y respetar; o como un proceso de socialización de las normas y valores que convencionalmente son aceptados o están vigentes en una sociedad y en un tiempo concreto.

En este nivel se intenta dotar al alumnado de un conjunto de actitudes y creencias, acordes con el grupo social en que vive, para que tenga una relación conformista y no conflictiva con los valores socialmente establecidos. Válido en las primeras edades, convertirlo en el fin mismo de todo el proceso educativo significaría paralizar el desarrollo moral en el respeto acrílico por la ley y la educación moral en la conformidad con las normas y reglas sociales.

Este enfoque parte de un corpus normativo (virtudes, cualidades, ideales, normas morales o sociales). La fundamentación de estos contenidos está basada exclusivamente en la cultura de un grupo social y situación temporal e histórica determinada (relativismo moral).

Reduce la educación moral a un “maletín de virtudes”, a una “educación bancaria”, por utilizar el término de Freire, en que ésta se concibe en un depositar contenidos en un educando que pasivamente debe guardarlos y archivarlos.

Piaget ha llamado a este enfoque modo de “reglas de urbanidad”: autoridad, lecciones y obediencia, en una atmósfera de autoridad.

Bull (1.976) señala un conjunto de defectos en la educación moral tradicional: carácter abstracto (principios generales no aplicables o válidos para la situaciones concretas), deductivo (recurriendo a la autoridad); su carácter pasivo (el alumnado tiene que obedecer y aceptar sin discusión), irracional (al reducirla en el mejor de los casos a condicionamiento y en el peor a adoctrinamiento; desconocimiento del conflicto (el conflicto de valores, constitutivo de este campo, es ignorado, presentando respuestas ya dadas absolutamente).

Los enfoques actuales en oposición a la educación moral tradicional propugnan una educación para la autonomía. Las nuevas corrientes y enfoques en educación moral subrayan el papel del análisis lógico, razonamientos prácticos, desarrollo de habilidades analíticas, dilemas morales y conflictos de valor, juicio moral; es decir de los elementos cognitivos y habilidades intelectuales que están en la base de dicha autonomía moral.

Dentro de los modelos actuales sobresalen el modelo de “clarificación de valores” y la Educación moral evolutiva de Kohlberg. Estos dos enfoques han ido adquiriendo un mayor desarrollo y consistencia hasta llegar a constituirse

en los dos grandes modelos contemporáneos alternativos de educación moral: La concepción relativista de los valores y la construcción racional y autónoma de principios y normas universales en Kohlberg.

Kohlberg intenta superar la concepción subjetivista y relativista de los valores, acudiendo en apoyo a la filosofía moral más actual neocontractualista (Kant, Rawls, Habermas), que falta a la clarificación de valores.

Una vía intermedia (Peters, 1.984) es la que integra los diversos elementos que intervienen en la conducta sociomoral: afectivos y cognitivos, contenido y forma, heteronomía y autonomía. No basta el solo razonamiento y habilidades cognitivas, es necesario también entrar en la enseñanza explícita de unos valores, virtudes y actitudes compartidas por la comunidad en que se vive o a la que de aspira. Tampoco el juicio y razonamiento sociomoral aseguran por sí mismos un comportamiento acorde, los elementos afectivos (emociones, sentimientos, voluntad, etc.). Victoria Camps apunta (Virtudes públicas) -a que las actitudes (virtudes) sobre las que se reflexiona en el aula no sean objeto de mera contemplación intelectual, sino que motiven de tal manera a los alumnos que se acabe despertando en ellos “sentimientos, para hacer que los valores se conviertan en objetos de deseo”.

Referente a la educación moral y cívica, como tema transversal en todo el currículo de la Educación Obligatoria, J.M. Puig (1.992:60) considera como elementos necesarios para una propuesta integral la combinación de estos tres aspectos:

1) Participación democrática en aula/centro;

2) Planificar actividades transversales específicas;

3) Participación en actividades cívicas.





3.4 Los valores morales y la construcción de sociedad.

El tema de los valores es muy antiguo y ha estado referido a lo que debe ser. Se considera que el primer acercamiento al tema se hizo desde la economía en cuanto estableció el valor económico de las cosas. Los objetos tienen un valor de mercado que se traduce en su precio, en lo que vale. Más tarde se extrapola el concepto relacionándolo a lo que interesa o a lo que se considera algo merecido, lo que debe ser. Así visto el valor pasa por un concepto económico, por el interés o por la aspiración del debe ser.

Mucho ha sido el debate sobre el tema y no solo relacionado con su definición sino también con la manera de percibirlo, de construirlo o descubrirlo y de transmitirlo. Para muchos el valor solo existe cuando se percibe, es decir que si yo no lo veo no existe, mientras otros defenderán la objetividad del mismo. El debate consistió en poder clarificar si el valor existe solo cuando pasa por la percepción (subjetividad) o si existe independientemente de ello (objetividad).

Una persona puede ver una obra y parecerle bella mientras que a su acompañante le parezca fea (subjetividad). Otros pueden decir que el lago Enriquillo no es bello porque nunca ha ido hasta allá y no lo conoce, mientras otros dirán que su belleza está y existe independientemente de que ese otro nunca haya ido y no lo conozca (objetividad)

La verdad es que esta es una realidad que nos hace pensar y descubrimos que unas veces nos inclinamos hacía uno de esos lados, pero a la vez reconocemos que ambos tienen razón, de manera que nos acogeremos a la idea de que los valores son subjetivos-objetivos. Lo importante es reconocer que hay una persona que estima las situaciones y en base a ello hace una valoración, pero lo hace cuando la descubre aceptando que existía aunque este lo desconociera. De esta manera podemos afirmar que el valor existe fuera del que valora pero que también valoramos desde dentro lo que está fuera, así decimos que tenemos valores cuando podemos afirmar que algo vale independientemente de que lo valorado se halle fuera o dentro de quien valora.

Lo cierto es que para valorar partimos de los hechos, de la realidad en la que nos desenvolvemos y en el caso de los maestros y maestros tenemos como reto entender que los hechos con los que trabajamos están vinculados al acto educativo y su escenario preferencial es la escuela y sus componentes: padres, alumnos y maestros.

La tarea de la escuela será pues enseñar a aprender, capacitar pro fundamentalmente colaborar en la construcción de un marco axiológico que vincule el conocimiento y su aplicación a un mundo de valores buenos. Debemos educar en valores pero de manera especial en valores buenos que son los valores morales.

El valor moral debe constituirse en un eje transversal del proceso educativo a través de estrategias que sean viables de forma tal que el valor no se constituya en una imposición sino en un descubrimiento y en una construcción que interactue de manera dinámica con la realidad transformándola

2. Qué son los valores?

Dentro de ese mundo fascinante de la axiología o disciplina que se encarga del estudio de los valores también se debate su definición sin embargo hay elementos que sirven de denominador común para afirmar que son cualidades, creencias, normas y principios.

Lotze,una figura clave de la axiología dirá que el valor es lo que vale. Lo importante es reconocer que los valores de alguna manera orientan el comportamiento hacia lo valorado. Frondisi a su vez insistirá en que los valores se componen a su vez de dos polos uno que lo afirma y otro que lo contradice. El valor es bipolar y como tal está compuesto por dos polos contrarios al que llamará positivo y negativo para diferenciar la afirmación de la negación. Si existe la justicia como polo positivo es porque existe la injusticia como polo negativo y en la medida en que los reconozco a ambos y los contextualizó en la realidad, en el medio en que nos desenvolvemos, en la medida en que soy capaz de reconocerlos a ambos en los hechos tengo el compromiso de obrar en función de lo justo, de intervenir para hacer que prevalezca la justicia. Reconocer la bipolaridad del valor lo presenta como tarea y la responsabilidad es de construir, de trabajar, por la instauración del polo positivo. Se logra así romper la indiferencia.

Si valor es lo que vale y si tiene dos polos que se expresan podemos decir que los valores implican de manera intrínseca un compromiso por valorar de una manera determinada, o nos orientamos hacia el lado positivo o hacia el negativo pro no podemos ser indiferentes.

La escuela deberá reconocer la importancia de servir de medio por excelencia para la construcción de valores positivos

Plantear esta responsabilidad no quiere decir que estamos negando que la escuela siempre ha sido una transmisora de valores sino afirmar que esa es su tarea primordial pero que debe de involucrarse en la búsqueda de metodologías que sean justamente capaces no de transmitir los valores que los maestros consideran buenos sino de construirlos junto a sus estudiantes, de construir el polo positivo con garantía de permanencia.

Los estudiantes de hoy son los profesionales de mañana, en sus manos estará la conducción de la cosa pública y privada y si solo hemos sido capaces de dotarles de herramientas científicas podrán ser excelentes técnicos pero no tendremos de igual modo la seguridad de que la desarrollarán fundamentados en un humanismo capaz de reconocer al otro como su semejante. Por eso urge que la escuela asuma el papel de orientador en la construcción y descubrimiento del componente positivo del valor.

Si valor es lo que vale corremos el riesgo de que las personas empiecen a valorar el componente negativo creando éticas individuales que solo respondan al beneficio personal que se instrumenta desmeritando el beneficio colectivo o el del otro o los otros. Cuando tenemos por valor el polo negativo tenemos el peligro de crear actitudes que favorezcan la conversión del anti-valor como norma. Se requiere que nos planteemos desde la escuela las metodología apropiadas para lograr que el polo positivo se construya, se reconozcan el negativo como opuesto rompamos la indiferencia generando intervenciones buenas sobre la realidad.

3. La tarea de la escuela en el ámbito de los valores

La escuela tiene por misión educar en valores pero como tarea le corresponde educar para la captación o aprehensión de valores positivos. Este polo es el que representa la moralidad del valor. Es el valor moral.

Si existe la honestidad, la lealtad, la responsabilidad es porque en nuestra sociedad existen personas que los han asumido como valores pero en el mismo medio hay otros que son deshonesto en el desempeño de su vid, ileales e irresponsables. A la escuela le corresponde contextualizar los valores para que no queden como figuras ideales o imaginables sino omo concreciones de la vida cotidiana.

De esta manera objetiva se podrá trabajar desde la escuela para que su accionar reconozca que la construcción del polo positivo es la construcción de lo bueno que en última instancia es la responsabilidad axiológica de la escuela, la de formar en valores morales.

Cada valor formado se expresa en actitudes, que no son otra cosas que respuestas de acciónes aprendidas, predeterminadas que nos orientan positiva o negativamente hacía los hechos. Actúo de tal o cual manera ante una situación porque tengo actitudes conformadas que a su vez responden a los valores que he construido o descubierto o valorado.

Los valores pasan por los hechos pero no todos los hechos pasan por los valores. Las estrategias de formación de valores tendrán entonces que partir de la realidad que nos ofrece el medio y a la escuela le corresponde apreciarlos para obtener participaciones y decisiones en que los estudiantes se involucren de una manera axiológica haciendo propuestas o tomando posiciones que sean morales.

Este es un compromiso de carácter social, es una responsabilidad fuerte de la escuela con la sociedad . Tiene además que ser comprendida, valorada y apoyada por la familia que es un segundo espacio preferencial de la construcción de valores morales. La tarea de la escuela es intentar que se forme el valor y solo cuando logremos hacer coincidir lo que estamos tratando con lo que estamos logrando diremos que hemos construido el valor moral.

Los valores no son para guardarlos son para ponerlos en acción porque es la única manera de hacer un aporte sustancial a la sociedad que mejore cualitativamente su desarrollo. La tarea no es solo de formar buena gente sino también gente buena . Conocedores de la técnica con una base moral que les lleve a un ejercicio responsable .

Es un compromiso con la sociedad y con sus hombres, mujeres e instituciones. La escuela no puede acomodarse a la idea de que su papel es tecnológico es una misión formadora de valores sobre la que se soporta el conocimiento.

Tendrá que formar sobre valores patrios, estéticos, afectivos , religiosos, cívicos, sociales pero la plataforma de todos tiene que descansar en la premisa de la moralidad, entendida esta como el componente positivo de su bipolaridad.

4. Hechos, actitudes y valores

Para llegar a la formación en valores morales debemos clarificarnos en la estrecha relación que existe entre hechos, actitudes y valores.

Los valores tienen unas profundas raíces culturales. La sociedad norma y reconocer lo que son sus valores positivos o morales y los propone como buenos. Para ello parte de identificarlos en el medio. Hay gentes buenas, hay funcionarios honrados, hay amigos leales, hay personas responsables, los ubica, dice dónde están y quienes son, pero igual hace con los que son todo lo contrario y a los que al incumplir esos valores producen daños los lleva a una instancia creada por la sociedad que es la justicia y los castiga. La sociedad valora lo bueno y rechaza lo malo. La escuela educa para el cumplimiento de esa normas haciendo que sus estudiantes se formen para la vida buena.

Los hechos son los componentes de la realidad, lo que pasa cada día. El estudiante que estudia y aprueba el que no lo hace, el que se copia en el examen, el que llega tarde y el que llega puntual, el que se comporta de una manera en la escuela y de otra en la calle, esos son hechos y cada quien actúa , participa en los hechos según los valores que trae de su casa y/o de su escuelas. Su actuar se expresa en actitudes. Yo soy así, yo reacciono así ante tal evento y eso ocurre porque tengo valores que aprendí.

Es una carretera de doble vía, actúo así, expreso estas actitudes porque tengo estos valores, podría ser un ejemplo que diga actúo mal con mi compañeros, tengo una actitud de rechazo porque forme el polo negativo sobre la amistad. Puede haberlo formado porque tuve en los hechos malas experiencias de interacción con otros, porque me trataron mal, porque me golpearon . Ello no quiere decir que eso es inalterable, que ya no se puede cambiar. Todo lo contrario, se abren espacios para poder trabajar a partir de los hechos para modificar las actitudes y reformar los valores aprendidos fundamentándose en la construcción de nuevos valores

La responsabilidad de la escuela será identificar qué es lo que sus estudiantes valoran como bueno aunque sea el polo negativo, aunque choque con mi valoración aunque sea opuesto a la valoración moral porque será la única forma de poder hacer intervenciones dirigidas a la construcción del valor moral a través de trabajar las actitudes a partir de los hechos.

Es la manera de incidir en los dos carriles de la vía. Tienes valores y actitudes negativas que te hacen actuar de tal manera. El otro carril es si trabajo tus actitudes puedes descubrir para afirmar o negar el lado positivo de la valoración.

Hechos, actitudes y valores son los tres componentes a trabajar con nuevas metodologías que reconozcan el valor como todo lo que vale pero que identifiquen la tarea educativa con el valor moral.

5. La metodología para trabajar valores.

Existiendo la relación que señalamos entre la realidad o los hechos y la forma en que nos manifestamos a través de las actitudes debemos reconocer que el método discursivo que se fundamenta en las charlas, los consejos y las orientaciones dirigidas hacia el buen comportamiento no siempre resulta eficaz para modificar el complejo mundo de los valores que a su vez sustentan a las actitudes.

Es necesario que identifiquemos primero que es lo que los estudiantes valoran y para ello debemos buscar estrategias que permitan hacerlo. Necesitamos conocer sus actitudes hacia determinados hechos. Si estuviéramos hablando sobre la violencia intrafamiliar necesitamos saber si valoran estos hechos como buenos o malos, si sus actitudes favorecen o niegan el que el padre tenga derecho a golpear a los miembros de su familia y la mejor manera de hacerlo es a través de dinámicas que permitan conocer esa esfera privada de su valoración.

Tradicionalmente hemos partido de manera inversa. Hemos moralizado el valor cuando llegamos al aula a dar conferencias o moralizamos a través de la consejería o reflexiones orientadas hacía el respeto a la familia. La igualdad entre los padres, la armonía entre todos los miembros de la familia. El que está pasando por una situación opuesta a lo predicado y además aprendió sino como bueno como normal estos hechos no será permeado por el discurso.

Ese discurso trae implícito la carga valorativa del sistema axiológico del que lo plantea y probablemente no tendrá la misma repercusión en la esfera de las actitudes en todos sus estudiantes. Tampoco tendrá la permanencia como actitud positiva ni como valor sustentante. Hace falta que las estrategias se dirijan hacia el logro de revisión de actitudes, formación de valores, garantía de su permanencia y la asunción del método como parte de la vida de los sujetos para revisar y reordenar su mundo de valores.

La metodología tendrá que permitir el que los estudiantes y los propios profesores cuestionen sus sistemas de valores a partir de la revisión de sus actitudes. Procesos progresivos y no momentos puntuales serán los responsables de que estos se articulen y ello tendrá que ser utilizando medios que sean capaces de convertir a los hechos repetidos en hábitos.

Los hábitos de revisión de actitudes a su vez tienen que convertirse en medios para que los valores se reorganicen, se reestructuren, se revaloricen y se orienten al lado positivo haciéndose morales

Trabajo y profesión



3.4 ETICA Y PROFESIÓN



PROFESION

El uso común del concepto tiene diferentes acepciones, entre ellas: empleo, facultad u oficio que cada uno tiene y ejerce públicamente. Las profesiones son ocupaciones quieren de un conocimiento especializado, una capacitación educativa de alto nivel, control sobre el contenido del trabajo, organización propia, autorregulación, altruismo, espíritu de servicio a la comunidad y elevadas normas éticas. Generalmente se acepta que una profesión es una actividad especializada del trabajo dentro de la sociedad, y a la persona que la realiza se le denomina: profesional. Se refiere a menudo específicamente a una facultad, o capacidad adquirida tras un aprendizaje que puede estar relacionado a los campos que requieren estudios de: Se refiere, generalmente, a la naturaleza de la ocupación, del empleo y a la forma de ejercerlo que tiene esa persona. La profesión aborda el desempeño de la práctica y la disciplina se preocupa del desarrollo del conocimiento enriqueciendo la profesión desde su esencia, y profundizando el sustento teórico de la práctica.

Concepto de profesional

Un profesional es aquella persona que puede brindar un servicio o elaborar un bien, garantizando el resultado con calidad de excelencia. Puede ser una persona con grado universitario, técnico o experto en cierto tema, disciplina o arte. Sin embargo, una persona también puede ser considerada profesional por el hecho de proveer un servicio o producto y exhibir un comportamiento honesto, calificado, responsable y capaz; características que se obtienen con constancia y talento en la disciplina desempeñada.

Concepto de profesionista

Un profesionista es toda aquella persona que conoce sus limitaciones, pero que es capaz de superarlas buscando incrementar su horizonte de trabajo.

Diferencia entre profesional y profesionista

La diferencia entre un profesional y un profesionista es que, el primero ejerce con conocimiento alguna actividad, no necesariamente certificada, mientras que el segundo ejerce una actividad certificada y adopta su profesión como forma de vida. Es importante señalar que la palabra "profesionista" es originaria de México y en otros países de habla hispana la palabra "profesional" puede tener ambos sentidos.

MORAL Y ETICA

Muchas personas consideran como sinónimos a estos términos, debido a que sus orígenes etimológicos son similares. Sin embargo, en el ámbito de la filosofía se considera a la ÉTICA como la disciplina filosófica que estudia a la MORAL. Es decir, el uso que le ha dado la gente ha convertido a la moral en el objeto de estudio de la ética. De ahí que podemos decir que una ÉTICA propuesta es el conjunto de normas sugeridas por un filósofo, o proveniente de la religión, en tanto que «MORAL» vendría a designar el grado de acatamiento que los individuos dispensan a las normas imperantes en el grupo social. En un sentido práctico, ambos términos se hacen indistinguibles y por ello se los considera equivalentes. El matiz que las delimita está en la observación o aplicación práctica de la norma que entraña el mandato ético. Por ello, la norma ética siempre será teórica, en tanto que la moral o costumbre será su aplicación práctica. Por otro lado la moral se basa en los valores que la conciencia nos dicta, a su vez, basado en costumbres aprendidas, por lo tanto, la moral no es absoluta o universal, ya que su vigencia depende de las costumbres de una región, de la misma manera que la ética tampoco tiene una validez absoluta al ser ambas imperativos categóricos.

COMENTARIOS RESPECTO A LA ETICA Y LA PROFESION

En la ética profesional vemos que hay varios aspectos impotentes a tomar en cuenta: la formación profesional, la cual se determina por lo que nosotros vamos aprendiendo durante toda nuestra vida en la sociedad y que nos va forjando; el carácter profesional el cual nos moldea en nuestra profesión y nos va a dar la diferencia entre la perfección y la mediocridad; la vocación la cual es como las destrezas y/o habilidades que la persona tiene hacia determinada profesión; la orientación profesional es la más importante ya que el problema en muchos casos no sería la vocación sino la orientación que la persona ha tenido para escoger adecuadamente su profesión. La responsabilidad y libertad es cuando nosotros mismo somos conscientes de nuestros actos y podemos tomar decisiones concretas, La libertad nos lleva a la responsabilidad de elección, acto voluntario, como liberación frente a algo, como realización de una necesidad. El profesional al ejercer su profesión además de contar con los conocimientos necesarios de su campo, debe contar con valores morales y éticos que tendrán como finalidad fundamental buscar y tratar de garantizar el bien común. Para ello, deberá poner en juego no sólo su inteligencia, sino también su voluntad. Deberá comprender que su responsabilidad en la consecución del bien común es mucho mayor que la del ciudadano común y corriente, ya que cuenta con el conocimiento que ha recibido a través de su formación que lo compromete, por ser además depositario de la confianza de la sociedad, la misma que espera del profesional, no sólo los servicios para los cuales lo formó, sino que se convierta en la vanguardia de la cultura.

¿Qué es la ética profesional?

Se puede entender como ética profesional el estudio de los valores inherente al ejercicio de una profesión y que emanan de las relaciones que se establecen entre el profesional y la sociedad. Durante el ejercicio de la vida profesional, surgen con frecuencia algunas preguntas para reflexionar, como:

¿De qué manera se tiene éxito profesional?

¿Cómo se logra el éxito económico y social?

¿De qué manera se pueden conjugar los éxitos personales sin comprometer la conciencia y dignidad humanas?

¿Qué valores rigen las acciones propias? Las respuestas han llevado al hombre a reflexionar sobre los derechos y obligaciones derivadas del ejercicio de la profesión. El estudio de la ética profesional es importante desde dos sentidos:

En el orden especulativo, donde se trata de analizar los principios fundamentales de la moral individual y social, poniéndolos de relieve en el estudio de los deberes profesionales. Se busca definir con claridad la naturaleza de la profesión y las diferentes relaciones que se dan entre quienes las ejercen y los que son influidos por este ejercicio.

En el orden práctico el estudio de la ética profesional estriba en que se deben conocer las conveniencias y consecuencias que rigen las relaciones entre profesionales y los que reciben directa o indirectamente sus servicios. El profesional debe tener una fundamentación ética de sus actos. Debe reconocer aquellos que en sí mismos son reprobables, que atentan contra la dignidad humana y que no existe justificante alguna para su realización, que lo alejan de la búsqueda del bien común. El término deontología se atribuye a Jeremías Bentham (1832), quien entendía un saber que enseña al hombre la manera de dirigir sus emociones de modo que queden subordinadas en cuanto es posible a su propio bienestar.


La deontología entraña una serie de virtudes y actitudes que los profesionales deben poseer y aplicar para hacer posible la moralización de la comunidad. Entre las virtudes que conforman un ejercicio ético de la profesión se encuentran la justicia, la caridad, la virtud intelectual y la dignidad personal. En su tránsito por la vida se espera que el profesional busque el desarrollo de estas virtudes que le van a conferir su realización como persona. En el desarrollo de ellas confluyen la familia, la escuela y la comunidad en general. Sin embargo, tener conciencia de ellas no es necesariamente un hecho que suele ocurrir, por lo cual se debe reflexionar en éstas y buscar su desarrollo. En ocasiones se hace referencia a la ética profesional sólo como una serie de principios o códigos de acuerdo con los cuales debe vivir y realizarse el individuo, las cuales establecen el tipo de relación entre el profesional y la sociedad. Sin embargo, aun cuando en cada profesión las normas ayudan a regular las relaciones entre los demás miembros de esa especialidad, la ética profesional no se limita a la elaboración de códigos. Así, el análisis de los deberes que tiene un profesional obliga a un estudio serio y sistemático de las actividades peculiares de cada profesión.

V alores indispensables para un ejercicio ético de la profesión

Justicia

En un sentido amplio se puede entender como la voluntad de dar a cada uno lo suyo. Eldeber de justicia del profesional se contrae desde el momento de recibir el títuloprofesional, que así se convierte en un contrato entre el profesional y diversas instanciascomo el poder público, el profesional, la universidad y la clientela.Se habla de un profesional justo cuando busca en su ejercicio la equidad entre susderechos y sus obligaciones, o cuando no hace distinción en la calidad del servicio queofrece a quienes lo demandan.

Responsabilidad

Si la sociedad reconoce al profesional como una persona capacitada en la solución deproblemas específicos, lo menos que le exige es satisfacer estas demandas.Para dicha satisfacción, la sociedad recurre a la normatividad legal, donde losprocedimientos judiciales exigen que las responsabilidades recaigan sobre personasfísicas. Así, los ordenamientos legales exigen que exista una persona o personas físicasque asuman tal responsabilidad, que se reconozcan como autores de la actividadprofesional específica. Al hablar de autorías profesionales, no se excluye cuando la actividad profesional serealiza en sociedades o corporaciones de profesionals. En este caso la autoríareconocida legalmente será la empresa, pero aún así deberá estar claro que lascorporaciones otorgan responsabilidades específicas y tienen claro quién carga con ella.Se puede entender la responsabilidad como la obligación de asumir las consecuencias delos actos propios y, por tanto, la obligación de prevenir las condiciones que puedanafectar al profesional o a los demás.

Discr eción

El valor del secreto profesional es indiscutible. La relevancia de este aspecto del ejerciciose da desde la connotación del término ³secreto´, el cual se puede entender como una


verdad conocida por unos pocos que debe mantenerse oculta a otros al menos por tresrazones:

Su revelación causa daños o disgustos a terceros.

Se ha hecho una promesa.

Porque existe un pacto o contrato en que el que lo recibe se compromete a norevelarlo.Cuando el pacto o contrato explícito o implícito procede del ejercicio de una profesión, sehabla entonces de secreto profesional.Toda profesión está obligada a guardarlo, lo que obliga a pensar en que el manejo deinformación referente a ejercicio debe hacerse con discreción. En el caso del secretoprofesional, al igual que en el de la responsabilidad como cualidades que debe tener unprofesional, no sólo se refiere a las carreras como medicina, leyes o psicología, sino acualquier profesión en que el manejo indiscreto o antiético de la información puede poner en peligro proyectos, organizaciones laborales o personas.El secreto profesional no debe ser dirigido nada más por el aspecto jurídico, sino más bienen términos de un compromiso ético profesional.

Honestidad

Uno de los valores que debe ser pilar fundamental del quehacer profesional es lahonestidad. Una forma de definir la honestidad es a partir de su relación con la verdad.Una persona honesta no engaña, reconoce sus limitaciones, no trata de obtener beneficios personales a partir de la necesidad del otro, actúa de acuerdo con lo que diceque piensa, etc.La honestidad lleva al profesional a ser una persona que además de vivir la verdadconduce a otros a tratar de alcanzar la propia.Para ser honesto profesionalmente primero es necesario serlo como personas. Lahonestidad, al igual que todos los valores, no es una prenda que se pueda quitar y poner de acuerdo con el rol que se desempeña.










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