UNIDAD 3.- ÉTICA APLICADA / ÉTICA PROFESIONAL.
3.1-
¿QUÉ ES RESPONSABILIDAD SOCIAL?
Es una tarea difícil ponerse de acuerdo en la definición de un
concepto como
Responsabilidad Social. Tanto desde el frente académico como del empresarial,
se han sucedido una serie de definiciones distintas que han convergido, en
algunos casos, en un mar de confusión sobre los contenidos del tema. En Peru promesa
hemos elaborado una definición útil que se adecua a nuestra visión de mundo y
nos permite avanzar de acuerdo a nuestros objetivos, que es la siguiente: la capacidad de valorarlas consecuencias que tienen
en la sociedad las acciones y decisiones que toman las diferentes personas
y organizaciones como parte del logro de sus propios objetivos y metas.
En una definición de este tipo, el hombre de acción, el líder, aquel
que tiene a su cargo un equipo de personas para hacer frente una determinada
tarea, no se nos presenta como una persona desentendida ni desconectada del
contexto social del cual forma parte. Es decir, no tiene una independencia
natural ni intrínseca de sus acciones. Como parte de nuestra concepción de Responsabilidad
Social, el líder tiene en cuenta que cada uno de los pasos que da tiene repercusión,
ya sea positiva o negativa, en la sociedad en la que opera, incorporando como
parte de su accionar una conciencia colectiva que involucra a su propio equipo
de trabajo como a sus congéneres en general. El líder, dentro de esta visión,
forma parte de una red de relaciones sociales, si se quiere, de delicada confección,
en la que cortar uno de los hilos debilita al conjunto general, o en la que al
fortalecer uno de ellos fortalece también la obra total.
Perú Promesa ha asumido la tarea de compartir y promover esta manera
de actuar y proceder, poniendo su atención especialmente en aquellos jóvenes universitarios
que serán los futuros líderes de un país como el Perú, que todavía no ha
resuelto problemas y necesidades esenciales de su población.
Nuestra contribución, por tanto, aparece como una apuesta a futuro, fortaleciendo
desde su formación a los que, más adelante, serán los dirigentes socialmente
responsables de nuestra nación, ayudándolos en su acercamiento a la realidad
social que se extiende más allá de los límites de los claustros universitarios.
El aporte que proporcionamos, por consiguiente, no se dirige únicamente a
mejorar la formación profesional de los jóvenes, sino a permitirles llevar
adelante sus propias convicciones, esperanzas e intereses solidarios, plasmados
en propuestas concretas de acción que beneficien a otros peruanos como ellos,
en un esfuerzo desinteresado por construir un país con menos desigualdades. He ahí
la razón de ser de la inclusión del componente del trabajo voluntario en
nuestra propuesta.
Los valores solidarios no se adquieren pensando o reflexionando: se
adquieren actuando. En el intento, exitoso o fallido, se aprende. La
experiencia de llevar adelante un proyecto, de establecer contacto e incorporar
en su ejecución a los propios interesados en mejorar sus condiciones de vida,
en enfrentarse a los obstáculos inesperados que la vida y la sociedad les puede
presentar, ya está formando en si misma a los futuros líderes socialmente
responsables. Esta es nuestra apuesta, y la promesa que vemos en los jóvenes
universitarios. Un camino aun de largo
recorrido.
¿Por
qué una ética profesional en nuestros tiempos?
Algunos estudiosos de la conducta humana encuentran pequeñas
diferencias en el uso de las palabras ética y moral. Esto se debe a que ambas prácticamente
tienen el mismo significado y se relacionan entre si. A saber, la palabra ética
proviene del griego "ethos" (caracter, temperamento,
habito, modo de ser) y la palabra moral se deriva del latin "mos,
moris" (costumbre, habito). Ambas palabras (ethos y mos) se ubican en
el terreno de la etica y hacen hincapie en un modo de conducta que es adquirido
por medio del habito y no por disposicion natural. Por su definicion etimologica,
la etica es una teoría de habitos y costumbres. Comprende, ante todo, "las
disposiciones del hombre en la vida, su caracter, sus costumbres y,
naturalmente tambien la moral."
(Aranguren).
El concepto etica en este escrito se analizara desde el punto de vista
de Fagothey (1991) que establece que esta "es el conocimiento de lo que
esta bien y de lo que esta mal en la conducta humana" (2). A diario se
enjuicia moralmente un acto y se afirma que es o no es etico, o sea bueno o
malo, si este acto esta a favor o en contra de la naturaleza y dignidad del ser
humano.
Según Escobar (1992) "la etica nos ilustra acerca del porque de
la conducta moral y los problemas que estudia son aquellos que se suscitan
todos los días en la vida cotidiana, en la labor escolar o en la actividad
profesional" (1).
Necesidad de la Ética
Todo trabajador tiene o debe desarrollar una etica profesional que
defina la lealtad que le debe a su trabajo, profesion, empresa y companeros de
labor.
Villarini (1994) describe que "la etica de una profesion es un
conjunto de normas, en terminos de los cuales definimos como buenas o malas una
practica y relaciones profesionales. El bien se refiere aqui a que la profesión
constituye una comunidad dirigida al logro de una cierta finalidad: la
prestación de un servicio" (53). Senala, ademas, que hay tres tipos de
condiciones o imperativos eticos profesionales: (1) competencia -exige
que la persona tenga los conocimientos, destrezas y actitudes para prestar un
servicio (2) servicio al cliente - la actividad profesional solo
es buena en el sentido moral si se pone al servicio del cliente (3) solidaridad
- las relaciones de respeto y colaboración que se establecen entre sus
miembros.
Para lograr en los empleados una conciencia etica profesional bien desarrollada
es que se establecen los canones o codigos de etica. En estos se concentran los
valores organizacionales, base en que todo trabajador deberá orientar su
comportamiento, y se establecen normas o directrices para hacer cumplir los
deberes de su profesion.
En virtud de la finalidad propia de su profesion, el trabajador debe
cumplir con unos deberes, pero tambien es merecedor o acreedor de unos
derechos. Es importante saber distinguir hasta donde el debe cumplir con un
deber y a la misma vez saber cuales son sus derechos. En la medida que el
cumpla con un deber, no debe preocuparse por los conflictos que pueda encarar
al exigir sus derechos. Lo importante es ser modelo de lo que es ser profesional
y moralmente etico. Por ejemplo, un deber del profesional es tener solidaridad
o companerismo en la ayuda mutua para lograr los objetivos propios de su empresa
y, por consiguiente, tener el derecho de rehusar una tarea que sea de caracter
inmoral, no etico, sin ser victima de represalia, aun cuando esto tambien sea
para lograr un objetivo de la empresa. Al actuar de esa manera demuestra su
asertividad en la toma de decisiones eticas, mientras cumple con sus deberes y
hace valer sus derechos. Ademas, demostrara su honestidad, que es el primer
paso de toda conducta etica, ya que si no se es honesto, no se puede ser etico.
Cuando se deja la honestidad fuera de la etica, se falta al codigo de etica, lo
cual induce al profesional a exhibir conducta inmoral y antietica.
Hay tres factores generales que influyen en el individuo al tomar
decisiones
eticas o antieticas (Ferrell, 87-96), los cuales son:
1. Valores individuales - La actitud, experiencias y
conocimientos del individuo y de la cultura en que se encuentra le ayudara a
determinar que es lo correcto o incorrecto de una accion.
2. Comportamiento y valores de otros - Las influencias buenas o
malas de personas importantes en la vida del individuo, tales como los padres,
amigos, companeros, maestros, supervisores, lideres politicos y religiosos le
dirigiran su comportamiento al tomar una decision.
3. Código oficial de ética - Este codigo dirige el
comportamiento etico del empleado, mientras que sin el podria tomar decisiones
antieticas.
Un aumento en las regulaciones rigidas en el trabajo a traves de los
codigos de
etica ayudara a disminuir los problemas eticos, pero de seguro no se
podrá eliminarlos totalmente. Esto es asi, debido a las caracteristicas propias
de la
etica que establecen que esta varia de persona a persona, lo que es
bueno para uno puede ser malo para otro; esta basada en nuestras ideas sociales
de lo que es correcto o incorrecto, varia de cultura a cultura, lo cual no se
puede evaluar un pais con las normas de otro; y esta determinada parcialmente
por el individuo y por el contexto cultural en donde ocurre No obstante, el
profesional debe reconocer que necesita de la etica para ser sensible a los
interrogantes morales, conocer como definir conflictos de valor, analizar
disyuntivas y tomar decisiones en la solucion de problemas.
3.2 La profesión como servicio a los demás
La
práctica docente como ética aplicada
La práctica docente, además de ser una práctica técnica,
es una práctica ética en el sentido de que realiza o actualiza los bienes sociales
que le son propios. Una práctica profesional ética es una acción moralmente
informada; de ahí que las prácticas no sean un medio para producir el bien o
los valores a los que se aspira, sino el lugar mismo donde se encarnan y viven
los valores (Puig, 2003). Estos valores son, por ejemplo: el respeto a la
dignidad de los usuarios del servicio docente; la ayuda que se les presta; la
responsabilidad para con ellos y para con la comunidad social a la que se
garantiza la satisfacción de sus necesidades por la prestación de servicios
profesionales competentes (Chávez, 2008); la colaboración para que sea el
usuario mismo quien se responsabilice de su vida y de la solución de sus
problemas, y el diálogo desde el reconocimiento del otro como interlocutor válido.
El reconocimiento de todo sujeto de la comunidad
educativa –o de todo afectado por las decisiones que se tomen en dicha
comunidad– como interlocutor válido es consustancial a las éticas aplicadas. Lo
que se debe hacer en la docencia, se tiene que forjar en las distintas esferas
de la vida social (en comisiones, en comités, en códigos y en la opinión
pública) que constituyen la intersubjetividad moral que se va descubriendo
mediante la reflexión y la acción (Domingo, 2008).
Las éticas aplicadas, como es el caso de la ética
docente, nacen de la reflexión pública, su tarea consiste en resolver
cuestiones también de carácter público y tienen un papel esencial qué cumplir
en la deliberación de la sociedad (Conill, 2003).
La esfera de la opinión pública es una institución
indispensable de la sociedad civil en una comunidad política pluralista. En un
Estado justo, lo que debe trasmitirse en la educación no puede fundarse en la
voluntad particular de un soberano ni de un grupo particular, sino en la
voluntad racional de lo que todos podrían querer, por lo que es indispensable
una publicidad razonante.1
Los profesionales docentes deben promover la responsabilidad
de cada miembro del aula respecto a sus compañeros, su familia y la sociedad, y
así desarrollar el compromiso ético (Escámez y Gil, 2001). Sus intervenciones
tienen que orientarse a crear disposiciones que faciliten ocuparse de los
otros, a estimular la voluntad de participación real en los asuntos públicos,
que coloca a los miembros de la comunidad política como protagonistas; que
pasan de individuos objeto de ayuda a sujetos de colaboración entre ellos. Los
docentes han de promover la autonomía personal del alumnado, que no es otra
cosa que el aprendizaje que mejora los niveles de la conciencia y de las
decisiones personales (Escámez, 2007) en los asuntos que a uno le conciernen.
El profesional docente ha adquirido, se supone, no sólo
conocimientos y habilidades, sino también modos de hacer, sentido de
pertenencia a un colectivo profesional y a una tradición centrada en la mejor
prestación del servicio que le es propio. En la socialización dentro de su
colectivo profesional el docente adquiere el sentido de lo que es ser un buen
profesional, cuáles son sus obligaciones y el modo de interpretarlas en el
presente, desde una historia del ejercicio profesional, a partir de sus mejores
logros y de sus desviaciones o malas prácticas (Hortal, 2003).
No se puede hacer un planteamiento moral en general de lo
que se debe hacer en todas las profesiones, sino que la ética profesional
docente tiene que construirse desde sus propias fuentes (Conill, 2003). La
primera de ellas son los colectivos docentes que proponen normas o códigos
desde el conocimiento concreto del servicio y la función social que prestan,
desde las responsabilidades profesionales, la experiencia contrastada de las
buenas maneras en la forma de actuar y de enfrentarse a los problemas del
aprendizaje y de la enseñanza. La segunda fuente son las teorías o reflexiones
morales de los pensadores que se han dedicado a las éticas aplicadas. La
tercera fuente son los usuarios del servicio de la docencia en sus distintas
modalidades: alumnado, familia, instituciones educativas, empleadores y las
diversas instituciones en las que se manifiesta la riqueza plural de las
sociedades complejas actuales.
La ética del profesional docente, en la actual sociedad
del conocimiento, tiene que ser construida entre todos los ciudadanos a quienes
afectan las decisiones que se toman en el terreno de la enseñanza y el
aprendizaje (Cortina, 2003). Las decisiones que se toman en el sistema
educativo afectan a toda la ciudadanía, de una u otra manera, y esto plantea la
exigencia de asumir no sólo la perspectiva del experto, ni –en su caso– la del
representante sindical o colegial, sino la de todas las personas afectadas por
las decisiones, que no son simples objetos beneficiarios de ellas (como querría
un despotismo ilustrado), sino sujetos autónomos, facultados para y con derecho
a participar significativamente en tales decisiones. Esa participación de todas
las personas implicadas es necesaria en una democracia real y en una sociedad
civil vigorosa.
Como se ha dicho con anterioridad, la consideración del
sujeto como interlocutor válido para configurar la ética profesional docente
constituye el trasfondo común a todas las éticas aplicadas. En todas ellas el
afectado, en último término, es quien está legitimado para exponer sus intereses,
y sólo deben considerarse legítimas aquellas normas que satisfagan intereses
universales.
Desde esta perspectiva, en una sociedad del conocimiento
compleja como la actual, la ética docente debe atender al menos a cinco puntos
de referencia (Cortina, 2003):
1) las metas sociales por las que cobra su sentido;
2) los mecanismos adecuados para alcanzarlos en una
sociedad moderna;
3) el marco jurídico–político correspondiente a la
sociedad, expresado en la constitución y en la legislación complementaria vigente;
4) las exigencias de la moral cívica alcanzada por la
actual sociedad, y
5) las exigencias de una hermenéutica crítica, como marco
de fundamentación de las normas de actuación ética.
La práctica profesional docente, desde la perspectiva
relacional, consiste en acoger, escuchar y conocer al otro para actuar a favor
de las necesidades expresadas por él. Noddings (2005) plantea la pertinencia de
diferenciar entre necesidades expresadas y necesidades inferidas. A veces,
sucede que las necesidades más profundas permanecen ocultas, incluso para
quienes las tienen, y no son expresadas; por eso, es importante desarrollar
relaciones interpersonales auténticas para escuchar, incluso en el silencio,
las necesidades de la otra persona. Las necesidades expresadas son aquellas que
parten de la persona que recibe el cuidado y son comunicadas por medio del
lenguaje verbal o no verbal. En cambio, las necesidades inferidas provienen de
otra persona distinta a aquélla que ha de recibir el cuidado.
3. Las metas y los contenidos de la docencia
La docencia, tal y como la proponía el primer modelo
ilustrado, intentaba transmitir la ciencia, la visión científica del mundo, o
al menos capacitar al estudiantado para acceder a esa visión. De la ciencia se
esperaba el remedio de los males materiales y sociales de la humanidad. Con el
tiempo, ha ido quedando claro que eso no es así.
De la escuela se espera que contribuya a la formación de
las personas de modo que puedan participar plenamente en la vida y en la
cultura de la sociedad en la que han nacido (Hortal, 2000). Se espera mucho
más, quizás demasiado. Cada vez que algo no funciona en la sociedad, se
pretende que sea ella la que lo haga funcionar: si hay desigualdades sociales
se introduce la educación compensatoria, si hay accidentes de tráfico se
introduce la educación vial, si se deteriora el medio ambiente se introduce la
educación ambiental o la educación para el desarrollo sostenible, si hay
violencia de género se introduce la educación para la igualdad, si estallan
conflictos interculturales o violencia ciudadana se promociona la educación
para la ciudadanía, etcétera.
Hace años, Fernando Savater (1997) hizo una pregunta
acertada: ¿Qué es lo que puede enseñarse y debe aprenderse en las escuelas?
Ciertamente, si se intentara una respuesta filosófica amplia el empeño sería
abrumador, pues se toparía con el problema de los fines de la educación. Una
reflexión sobre tales fines recae en el destino del hombre, sobre el puesto que
ocupa en la naturaleza y sobre las relaciones entre los seres humanos. La
profundidad del cambio social que tiene lugar actualmente obliga a reformular
las preguntas básicas sobre los fines de la educación, sobre quiénes asumen la
responsabilidad de formar a las nuevas generaciones y sobre qué legado cultural,
qué valores, qué concepción del hombre y de la sociedad se quieren transmitir
(García, Escámez, Martínez y Martínez Usarralde, 2008). Tal empeño nos llevaría
muy lejos y, quizás, por derroteros poco prácticos para orientar a los docentes
en una sociedad como la nuestra, tan compleja y plural en las concepciones de
la vida buena.
Savater (1997) recomienda acudir al ideal educativo de
los griegos para ver si se encuentra alguna respuesta acertada para esta
sociedad del conocimiento en la que vivimos. Entre los griegos, había una
distinción de funciones que aún persiste en algunos docentes: la que separa la
educación propiamente dicha, por un lado, y la instrucción, por otro. Cada una
de las dos era ejercida por una figura docente específica, la del pedagogo y la
del maestro. El pedagogo era un fámulo que pertenecía al ámbito interno del
hogar y que convivía con los niños y adolescentes, instruyéndoles en los
valores de la ciudad, formando su carácter y velando por el desarrollo de su
integridad moral. En cambio, el maestro era un colaborador externo a la familia
y se encargaba de enseñar a los niños una serie de conocimientos instrumentales
como la lectura, la escritura y la aritmética. La tarea educativa del pedagogo
era considerada primordial y se le tenía gran estima; mientras que el maestro
era un simple instructor y su papel estaba valorado como secundario.
Por mucho que algunos todavía se empeñen, la
contraposición educación versus instrucción resulta hoy notablemente
obsoleta y muy engañosa para los contenidos que han de enseñarse y deben
aprenderse en el sistema educativo:
Nadie se atreverá a sostener seriamente que la autonomía
cívica y ética de un ciudadano puede fraguarse en la ignorancia de todo aquello
necesario para valerse por sí mismo profesionalmente (...) ¿Cómo puede
instruirse a alguien en conocimientos científicos sin inculcarle respeto por
valores tan humanos como la verdad, la exactitud o la curiosidad? ¿Puede
alguien aprender las técnicas o las artes sin formarse a la vez en lo que la convivencia
social supone y en lo que los hombres anhelan o temen? (Savater, 1997, pp.
47–48).
La ética del cuidado invita al profesorado de las
distintas disciplinas a que amplíen y profundicen sus relaciones afectivas con
la materia objeto de estudio, explorando sus conexiones con otras asignaturas,
las vidas individuales del profesorado y del alumnado, y las cuestiones
existenciales. De ese modo, los estudiantes podrán mostrar un verdadero
entusiasmo por la asignatura y los docentes podrán provocar en su alumnado
también respuestas afectivas positivas hacia su materia.
Como manera de explorar dichas conexiones se propone
construir un repertorio de historias o narraciones. Los profesores recogen
historias procedentes de la literatura científica, literaria o personal, que se
conectan a su vez con las asignaturas que imparten otros profesores. Con esto,
se favorece el trabajo interdisciplinario entre el profesorado y el interés por
asuntos significativos para la vida, que van más allá de la parcelación de las disciplinas.
Lo anterior fácilmente puede llevar al profesorado y al
alumnado a experimentar un entusiasmo renovado por enseñar y aprender, a través
del uso de historias o narraciones que invitan a la aparición de respuestas
afectivas hacia los contenidos de la enseñanza y el aprendizaje. La literatura
que el profesorado selecciona teniendo en mente los intereses del alumnado,
debe cumplir dos criterios básicos: que sea ampliamente juzgada como una obra
de calidad alta, y que el profesorado la encuentre lo suficientemente
provocadora (Noddings, 1996).
La meta social de la docencia consiste en la transmisión
de la cultura y la formación de personas críticas. Ése es el bien que legitima
la docencia y que tiene que ser respetado escrupulosamente por los que se dedican
a ella, si pretenden ser profesionales éticamente competentes. Sin embargo, en
la actual sociedad del conocimiento el docente tiene que prestar una especial
atención a la segunda parte de tal meta social: el desarrollo o la promoción
del pensamiento crítico de los estudiantes, que tiene que ver con el desarrollo
de la racionalidad e implica que los estudiantes lleguen a comprender lo que
hace que un razonamiento sea bueno; a mejorar sus habilidades para observar e
inferir, generalizar, expresar hipótesis, concebir alternativas, evaluar
afirmaciones, detectar problemas y percatarse de la acción apropiada.
Obviamente, la adquisición de un pensamiento crítico también supone
determinadas actitudes como la curiosidad intelectual, la objetividad, la flexibilidad,
la honestidad y el respeto al punto de vista de los otros.
El desarrollo o la promoción del pensamiento crítico del
alumnado exige al docente: a) la estimulación del debate entre el alumnado, y
el entrenamiento para que aporte y solicite generando pensamiento público; b)
el planteamiento de los conocimientos, como resultados de problemas que han
preocupado a la gente de otras épocas o a las personas de hoy; y, sobre todo,
c) la honradez veraz para señalar lo mucho que se desconoce en el campo que se
está tratando.
Respecto a las metas sociales de la ética docente, hay
orientaciones precisas y de indudable autoridad: los informes internacionales
de los comités constituidos para ello. Ciertamente en las éticas aplicadas,
como la ética profesional docente, es necesario atender las voces de quienes
trabajando en los distintos ámbitos, con rigor y seriedad, se preocupan para
que el trabajo se lleve a cabo de acuerdo con el nivel de ética cívica
alcanzado por la sociedad. Justamente en descubrir esos valores compartidos y
en aventurar, desde ellos, respuestas responsables, se comprometen las
comisiones nacionales e internacionales y los comités de ética de las
instituciones públicas, que van descubriendo cómo un mínimo de acuerdos morales
traspasa las fronteras y va forjando una ética cívica transnacional (Cortina,
2003).
En el caso de las metas sociales, que legitiman
éticamente la profesión docente, el Informe a la UNESCO de la Comisión
Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, presidida por Jacques
Delors, las establece así:
Para cumplir el conjunto de las misiones que le son
propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes
fundamentales, que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en
cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir,
adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer para influir
sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos para participar y cooperar con
los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, que
recoge elementos de las tres anteriores (Delors, 1996, pp. 9596).
En una página posterior del mismo Informe (Delors,
p. 109), hace una excelente síntesis de las metas sociales o el servicio que
debe prestar la profesión docente al aprendizaje de los usuarios de la misma: aprender
a conocer, combinando una cultura general suficientemente amplia con la
posibilidad de profundizar en los conocimientos de un pequeño número de
materias, lo que supone además, aprender a aprender para poder aprovechar
las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida; aprender a
hacer con el fin de adquirir no sólo una calificación profesional, sino,
más generalmente, una competencia que capacite al individuo para hacer frente a
gran número de situaciones y para trabajar en equipo, pero también, aprender a
hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se
ofrecen a los jóvenes y adolescentes; aprender a vivir juntos, desarrollando
la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia,
realizando proyectos comunes y preparándose para tratar los conflictos,
respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz; aprender a
ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones
de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad
personal. Con tal fin, no menospreciar en la educación ninguna de las
posibilidades de cada individuo.
En los sistemas educativos formales no hay que dar
prioridad a la adquisición de los conocimientos en detrimento de otras formas
de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. La educación para
la ética del cuidado defiende que los afectos y las emociones pertenecen al
proceso educativo, porque tienen la capacidad de aumentar la pasión por el
aprendizaje, aliviar el sentimiento de aislamiento y mejorar el funcionamiento
de la clase. Conocer a través del uso de la razón no debe provocar que se
ignore el papel que juegan los sentimientos y las emociones en el mismo proceso
de aprendizaje y la interpretación de la realidad; por eso, es necesaria una
educación que haga posible el equilibrio entre la razón, el afecto y las
emociones (Noddings, 1996).
3.3.-
Dilemas Morales. Construcción de principios de acción moral.
LA EDUCACIÓN EN VALORES EN LA PRÁCTICA
EDUCATIVA. La Reforma educativa en
nuestro país o que se está haciendo en Europa1, entiende la acción educativa
en un sentido amplio, incluyendo como una parte esencial la dimensión ética. Se
considera que la educación tiene entre sus fines esenciales, junto a la
integración de los jóvenes en la cultura de un grupo social, la formación
ético-cívica en aquellos valores que debemos defender y/o sería razonable
aspirar en nuestro mundo actual y futuro. Por eso la acción educativa se
configura no sólo por los aspectos conceptuales y por un conjunto de
habilidades o procedimientos, sino también por unas actitudes, valores y normas
morales o sociales vigentes y/o deseables. De hecho la escuela transmite, aún
sin proponérselo explícitamente, estos contenidos valorativos y actitudinales,
por lo que más vale planteárselos crítica y reflexivamente, que dejarlos al
arbitrio de cada uno, renunciando -entonces- la escuela a su función
propiamente educativa.
Recuperar hoy la
función educativa de la escuela parece una necesidad. Hay -sin duda- una
demanda social en este sentido, pues, aparte de graves problemas de conducta y
convivencia en nuestra sociedad, en algunos casos manifiestos en los
comportamientos de algunos jóvenes, ha surgido la necesidad de educar en un
conjunto de valores (igualdad frente al racismo, educación ambiental frente a
los problemas ecológicos, paz, igualdad entre sexos, consumismo, etc.), que nos
preocupan en este siglo.
La
escuela tiene la obligación de proporcionar las claves y experiencias de
aprendizaje desde las que los alumnos puedan ir construyendo un marco mental
propio, que contribuya a una autonomía en el desarrollo social y moral. Y en
este sentido es un reto que se plantea a la educación para lograr promover la
autonomía de los alumnos y de las alumnas, no sólo en los aspectos
cognoscitivos e intelectuales, sino también en su desarrollo social y moral.
Plantear
que todo el curriculum y la acción conjunta del centro esté impregnado de
valores morales y cívicos, fuertemente problemática por su vulnerabilidad
frente al contexto social.
Esta
tarea no es exclusiva sólo de la escuela y de sus maestros y profesoras sino
que demanda compartir esta función con la implicación directa de los padres y
de la llamada “comunidad educativa”.
Una
educación en valores exige un amplio apoyo en materiales y acciones formativas
de los profesores, rediseñar los espacios organizativos y
1 El
Informe Delors (“La educación encierra un tesoro”. Madrid : Santillana, 1.996) sobre
la educación para el siglo XXI, encargado por la UNESCO a una Comisión
presidida por Jacques Delors, también pretende - entre otros objetivos -
revalorizar los aspectos éticos y morales.
La
necesidad de la educación en valores.
La escuela ha ido relegando
la educación en hábitos, actitudes y valores, pensando que cada alumno podría
aprender por sí mismo lo bueno o malo, o en cualquier caso era una tarea de la
familia.
El abandono de esta
dimensión ética por parte de la escuela se explica por:
En tanto la educación en valores y actitudes
fue un componente de la educación religiosa confesional y en aras a una
neutralidad ideológica el natural refugio en contenidos instructivos ha ido
relegando -en parte- una educación moral y ha dejado -en cierta medida-
desarmada a la escuela en general frente a las demandas de los padres y
familias.
Se
pensó que la nueva vida democrática implicaba que cada uno tiene los valores
que prefiera, puede hacer lo que quiera con tal de que no incida negativamente
en otros, y la escuela no debe intervenir en el campo de los valores.
Frente
a este “objetivismo/neutralismo”, hemos de reconocer que una educación sin un
propósito moral, en el mejor sentido y más amplio de la palabra, no es nada.
- En segundo lugar, desde un
enfoque liberal en educación, se relegó el campo de la educación en valores a
la esfera privada, dejando de ser objetivo de la enseñanza pública. El temor a
adoctrinar, a caer en el autoritarismo, ha llevado a creer que cada uno lo
puede aprender por sí mismo. Cada uno tiene sus propios valores (modos de
pensar y actuar), que es preciso respetar.
Se ha confundido el valor de la tolerancia
con la ausencia de cualquier norma.” Minimizar el valor de la disciplina
-recuerda Victoria Camps (1.990) - es ignorar lo que los griegos ya sabían y
aceptaban: que la virtud es hábito, costumbre, repetición de actos, es decir,
disciplina”
Esta
ausencia de normas claras, dice -con razón- Victoria Camps (1.990), nos ha
llevado -por debilidad ideológica, que acusamos como docentes al igual que el
resto de la sociedad- a una educación “débil”, a no tener nada que ofrecer, o
mejor, a renunciar a ser responsables del mundo en que hemos colocado a
nuestros niños y jóvenes.
Frente
a no querer intervenir cuando permaneciendo en una falsa neutralidad, cabría
comenzar afirmando, como hacía Camps (1.900), que “la
tomemos
como la tomemos, la educación no está libre de valores. Tiene que ser
ideológica. Si educar es dirigir, formar el carácter o la personalidad, llevar
al individuo en una determinada dirección, la educación no puede ser neutra.
Las finalidades educativas son valores en la medida en que son opciones,
preferencias, elecciones.”
Los
valores en educación son, pues, ineludibles. Pretender (“ser objetivo” o “ser
neutral”), no solo es prácticamente imposible o indeseable, es una
contradicción en los términos. Cada acción educativa se sostiene en función de
que asume, implícitamente, que algo merece ser enseñado/aprendido. Cada acción
o enunciado del profesor transmite determinadas preferencias, actitudes,
valores. De modo parecido cada aspecto del centro escolar, ya sea su gestión,
organización o vida cotidiana, contiene determinadas asunciones valorativas, ya
sean explícitas o implícitas (Curriculum oculto).
- En tercer lugar un cierto
racionalismo llevó a pensara que la ciencia hace innecesaria la moral.
La
demanda de formación en buenos hábitos, sentido de autoridad o de obediencia a
las normas establecidas (lo que se llama una “buena educación”), hemos de
reconocerlo, es hoy exigencia por parte de la mayoría de los padres.
A
este respecto citamos a Gimeno (1.996): “Si la educación pública es responsable
de la búsqueda, en lo que a ella compete, de un modelo de individuo y de
ciudadano, la escuela tiene que ser militante defensora de la socialización en
una serie e valores claros. (…) La necesidad de un rearme en esta dirección es
tanto más urgente, cuanto que los jóvenes de las clases sociales que no tienen
más alternativa que acudir a la escuela pública quedan más indefensos ante los
modelos de socialización potentes que operan en el exterior.
Ante
esta situación hay que optar porque cada centro escolar tenga sus propios
valores, en lugar de una escuela unificada en sus objetivos educativos
fundamentales, base de la integración nacional, aunque conformada por diversos
públicos y culturas. Con el Proyecto Educativo, los centros escolares
están progresivamente siendo requeridos para dotarse en primer lugar y declarar
públicamente después los valores que como organizaciones pretenden promover
configurando una “personalidad” o “estilo educativo propio”.
Los
centros escolares deben diferenciarse, entre otros factores por la oferta de
valores que realizan, forzando a forjar una identidad perdida o negada, para ir
encontrando su propio lugar en la oferta educativa.
El
Proyecto del Centro puede posibilitar una ocasión y espacio para que los
profesores reflexionen sobre qué tipo de valores tratan de promover, alcanzando
un acuerdo y comprometiéndose a que no haya contradicciones entre lo que se
hace en clase y lo que se vive en el Centro.
2.3)
Enfoques actuales en la educación en valores.
En
la educación en valores podemos analizar los siguientes enfoques:
El
enfoque tradicional predominante hasta la década del 60, que entiende la
educación moral y enseñanza de actitudes como la interiorización de unas normas
y valores absolutos u objetivos, que se deben aceptar y respetar; o como un
proceso de socialización de las normas y valores que convencionalmente son
aceptados o están vigentes en una sociedad y en un tiempo concreto.
En
este nivel se intenta dotar al alumnado de un conjunto de actitudes y
creencias, acordes con el grupo social en que vive, para que tenga una relación
conformista y no conflictiva con los valores socialmente establecidos. Válido
en las primeras edades, convertirlo en el fin mismo de todo el proceso
educativo significaría paralizar el desarrollo moral en el respeto acrílico por
la ley y la educación moral en la conformidad con las normas y reglas sociales.
Este
enfoque parte de un corpus normativo (virtudes, cualidades, ideales, normas
morales o sociales). La fundamentación de estos contenidos está basada
exclusivamente en la cultura de un grupo social y situación temporal e
histórica determinada (relativismo moral).
Reduce
la educación moral a un “maletín de virtudes”, a una “educación bancaria”, por
utilizar el término de Freire, en que ésta se concibe en un depositar
contenidos en un educando que pasivamente debe guardarlos y archivarlos.
Piaget
ha llamado a este enfoque modo de “reglas de urbanidad”: autoridad, lecciones y
obediencia, en una atmósfera de autoridad.
Bull
(1.976) señala un conjunto de defectos en la educación moral tradicional:
carácter abstracto (principios generales no aplicables o válidos para la
situaciones concretas), deductivo (recurriendo a la autoridad); su carácter
pasivo (el alumnado tiene que obedecer y aceptar sin discusión), irracional (al
reducirla en el mejor de los casos a condicionamiento y en el peor a
adoctrinamiento; desconocimiento del conflicto (el conflicto de valores,
constitutivo de este campo, es ignorado, presentando respuestas ya dadas
absolutamente).
Los
enfoques actuales en oposición a la educación moral tradicional propugnan una
educación para la autonomía. Las nuevas corrientes y enfoques en educación
moral subrayan el papel del análisis lógico, razonamientos prácticos,
desarrollo de habilidades analíticas, dilemas morales y conflictos de valor,
juicio moral; es decir de los elementos cognitivos y habilidades intelectuales
que están en la base de dicha autonomía moral.
Dentro
de los modelos actuales sobresalen el modelo de “clarificación de valores” y la
Educación moral evolutiva de Kohlberg. Estos dos enfoques han ido adquiriendo
un mayor desarrollo y consistencia hasta llegar a constituirse
en los dos grandes modelos contemporáneos alternativos de
educación moral: La concepción relativista de los valores y la construcción
racional y autónoma de principios y normas universales en Kohlberg.
Kohlberg
intenta superar la concepción subjetivista y relativista de los valores,
acudiendo en apoyo a la filosofía moral más actual neocontractualista (Kant,
Rawls, Habermas), que falta a la clarificación de valores.
Una
vía intermedia (Peters, 1.984) es la que integra los diversos elementos que
intervienen en la conducta sociomoral: afectivos y cognitivos, contenido y
forma, heteronomía y autonomía. No basta el solo razonamiento y habilidades
cognitivas, es necesario también entrar en la enseñanza explícita de unos valores,
virtudes y actitudes compartidas por la comunidad en que se vive o a la que de
aspira. Tampoco el juicio y razonamiento sociomoral aseguran por sí mismos un
comportamiento acorde, los elementos afectivos (emociones, sentimientos,
voluntad, etc.). Victoria Camps apunta (Virtudes públicas) -a que las actitudes
(virtudes) sobre las que se reflexiona en el aula no sean objeto de mera
contemplación intelectual, sino que motiven de tal manera a los alumnos que se
acabe despertando en ellos “sentimientos, para hacer que los valores se
conviertan en objetos de deseo”.
Referente
a la educación moral y cívica, como tema transversal en todo el currículo de la
Educación Obligatoria, J.M. Puig (1.992:60) considera como elementos necesarios
para una propuesta integral la combinación de estos tres aspectos:
1) Participación democrática
en aula/centro;
2) Planificar actividades
transversales específicas;
3) Participación en
actividades cívicas.
3.4 Los valores morales y la
construcción de sociedad.
El
tema de los valores es muy antiguo y ha estado referido a lo que debe ser. Se
considera que el primer acercamiento al tema se hizo desde la economía en
cuanto estableció el valor económico de las cosas. Los objetos tienen un valor de mercado que se
traduce en su precio, en lo que vale. Más tarde se extrapola el concepto
relacionándolo a lo que interesa o a lo que se considera algo merecido, lo que
debe ser. Así visto el valor pasa por un concepto económico, por el interés o
por la aspiración del debe ser.
Mucho
ha sido el debate sobre el tema y no solo relacionado con su definición sino
también con la manera de percibirlo, de construirlo o descubrirlo y de
transmitirlo. Para muchos el valor solo existe cuando se percibe, es
decir que si yo no lo veo no existe, mientras otros defenderán la objetividad
del mismo. El debate consistió en poder clarificar si el valor existe solo
cuando pasa por la percepción (subjetividad) o si existe independientemente de
ello (objetividad).
Una
persona puede ver una obra y parecerle bella mientras que a su acompañante le
parezca fea (subjetividad). Otros pueden decir que el lago Enriquillo no es
bello porque nunca ha ido hasta allá y no lo conoce, mientras otros dirán que
su belleza está y existe independientemente de que ese otro nunca haya ido y no
lo conozca (objetividad)
La
verdad es que esta es una realidad que nos hace pensar y descubrimos que unas
veces nos inclinamos hacía uno de esos lados, pero a la vez reconocemos que
ambos tienen razón, de manera que nos acogeremos a la idea de que los valores
son subjetivos-objetivos. Lo importante es reconocer que hay una persona que
estima las situaciones y en base a ello hace una valoración, pero lo hace
cuando la descubre aceptando que existía aunque este lo
desconociera. De esta manera podemos afirmar que el valor existe fuera del que
valora pero que también valoramos desde dentro lo que está fuera, así decimos
que tenemos valores cuando podemos afirmar que algo vale independientemente de
que lo valorado se halle fuera o dentro de quien valora.
Lo
cierto es que para valorar partimos de los hechos, de la realidad en la que nos
desenvolvemos y en el caso de los maestros y maestros tenemos como reto
entender que los hechos con los que trabajamos están vinculados al acto
educativo y su escenario preferencial es la escuela y sus componentes: padres, alumnos y maestros.
La
tarea de la escuela será pues enseñar a aprender, capacitar pro
fundamentalmente colaborar en la construcción de un marco axiológico que
vincule el conocimiento y su aplicación a un mundo de valores buenos. Debemos
educar en valores pero de manera especial en valores buenos que son los valores
morales.
El
valor moral debe constituirse en un eje transversal del proceso educativo a
través de estrategias que sean viables de forma tal que el valor no se
constituya en una imposición sino en un descubrimiento y en una construcción
que interactue de manera dinámica con la realidad transformándola
2.
Qué son los valores?
Dentro
de ese mundo fascinante de la axiología o disciplina que se encarga del estudio
de los valores también se debate su definición sin embargo hay elementos que
sirven de denominador común para afirmar que son cualidades, creencias, normas y
principios.
Lotze,una
figura clave de la axiología dirá que el
valor es lo que vale. Lo importante es reconocer que los
valores de alguna manera orientan el comportamiento hacia lo valorado. Frondisi
a su vez insistirá en que los valores se componen a su vez de dos polos uno que
lo afirma y otro que lo contradice. El valor es bipolar y como tal está
compuesto por dos polos contrarios al que llamará positivo y negativo para
diferenciar la afirmación de la negación. Si existe la justicia como polo
positivo es porque existe la injusticia como polo negativo y en la medida en
que los reconozco a ambos y los contextualizó en la realidad, en el medio en
que nos desenvolvemos, en la medida en que soy capaz de reconocerlos a ambos en
los hechos tengo el compromiso de obrar en función de lo justo, de intervenir
para hacer que prevalezca la justicia. Reconocer la bipolaridad del valor lo
presenta como tarea y la responsabilidad es de construir, de trabajar, por la
instauración del polo positivo. Se logra así romper la indiferencia.
Si
valor es lo que vale y si tiene dos polos que se expresan podemos decir que los
valores implican de manera intrínseca un compromiso por valorar de una manera
determinada, o nos orientamos hacia el lado positivo o hacia el negativo pro no
podemos ser indiferentes.
La
escuela deberá reconocer la importancia de servir de medio por excelencia para
la construcción de valores positivos
Plantear
esta responsabilidad no quiere decir que estamos negando que la escuela siempre
ha sido una transmisora de valores sino afirmar que esa es su tarea primordial
pero que debe de involucrarse en la búsqueda de metodologías que sean
justamente capaces no de transmitir los valores que los maestros consideran
buenos sino de construirlos junto a sus estudiantes, de construir el polo
positivo con garantía de permanencia.
Los
estudiantes de hoy son los profesionales de mañana, en sus manos estará la
conducción de la cosa pública y privada y si solo hemos sido capaces de
dotarles de herramientas científicas podrán ser excelentes técnicos pero no
tendremos de igual modo la seguridad de que la desarrollarán fundamentados en
un humanismo capaz de reconocer al otro como su semejante. Por eso urge que la
escuela asuma el papel de orientador en la construcción y descubrimiento del
componente positivo del valor.
Si
valor es lo que vale corremos el riesgo de que las personas empiecen a valorar
el componente negativo creando éticas individuales que solo respondan al
beneficio personal que se instrumenta desmeritando el beneficio colectivo o el
del otro o los otros. Cuando tenemos por valor el polo negativo tenemos el
peligro de crear actitudes que favorezcan la conversión del anti-valor como
norma. Se requiere que nos planteemos desde la escuela las metodología
apropiadas para lograr que el polo positivo se construya, se reconozcan el
negativo como opuesto rompamos la indiferencia generando intervenciones buenas
sobre la realidad.
3.
La tarea de la escuela en el ámbito de los valores
La
escuela tiene por misión educar en valores pero como tarea le corresponde
educar para la captación o aprehensión de valores positivos. Este polo es el
que representa la moralidad del valor. Es el valor moral.
Si
existe la honestidad, la lealtad, la responsabilidad es porque en nuestra
sociedad existen personas que los han asumido como valores pero en el mismo
medio hay otros que son deshonesto en el desempeño de su vid, ileales e
irresponsables. A la escuela le corresponde contextualizar los valores para que
no queden como figuras ideales o imaginables sino omo concreciones de la vida
cotidiana.
De
esta manera objetiva se podrá trabajar desde la escuela para que su accionar
reconozca que la construcción del polo positivo es la construcción de lo bueno
que en última instancia es la responsabilidad axiológica de la escuela, la de formar en valores morales.
Cada
valor formado se expresa en actitudes, que no son otra cosas que respuestas de
acciónes aprendidas, predeterminadas que nos orientan positiva o negativamente
hacía los hechos. Actúo de tal o cual manera ante una situación porque tengo
actitudes conformadas que a su vez responden a los valores que he construido o
descubierto o valorado.
Los
valores pasan por los hechos pero no todos los hechos pasan por los valores.
Las estrategias de formación de valores tendrán entonces que partir de la
realidad que nos ofrece el medio y a la escuela le corresponde apreciarlos para
obtener participaciones y decisiones en que los estudiantes se involucren de
una manera axiológica haciendo propuestas o tomando posiciones que sean
morales.
Este
es un compromiso de carácter social, es una responsabilidad fuerte de la
escuela con la sociedad . Tiene además que ser comprendida, valorada y apoyada
por la familia que es un segundo espacio preferencial de la construcción de
valores morales. La tarea de la escuela es intentar que se forme el valor y
solo cuando logremos hacer coincidir lo que estamos tratando con lo que estamos
logrando diremos que hemos construido el valor moral.
Los
valores no son para guardarlos son para ponerlos en acción porque es la única
manera de hacer un aporte sustancial a la sociedad que mejore cualitativamente
su desarrollo. La tarea no es solo de formar buena gente sino también gente
buena . Conocedores de la técnica con una base moral que les lleve a un
ejercicio responsable .
Es
un compromiso con la sociedad y con sus hombres, mujeres e instituciones. La
escuela no puede acomodarse a la idea de que su papel es tecnológico es una
misión formadora de valores sobre la que se soporta el conocimiento.
Tendrá
que formar sobre valores patrios, estéticos, afectivos , religiosos, cívicos,
sociales pero la plataforma de todos tiene que descansar en la premisa de la moralidad,
entendida esta como el componente positivo de su bipolaridad.
4. Hechos, actitudes y valores
Para
llegar a la formación en valores morales debemos clarificarnos en la estrecha
relación que existe entre hechos, actitudes y valores.
Los
valores tienen unas profundas raíces culturales. La sociedad norma y reconocer
lo que son sus valores positivos o morales y los propone como buenos. Para ello
parte de identificarlos en el medio. Hay gentes buenas, hay funcionarios
honrados, hay amigos leales, hay personas responsables, los ubica, dice dónde
están y quienes son, pero igual hace con los que son todo lo contrario y a los
que al incumplir esos valores producen daños los lleva a una instancia creada
por la sociedad que es la justicia y los castiga. La sociedad valora lo bueno y
rechaza lo malo. La escuela educa para el cumplimiento de esa normas haciendo
que sus estudiantes se formen para la vida buena.
Los
hechos son los componentes de la realidad, lo que pasa cada día. El estudiante
que estudia y aprueba el que no lo hace, el que se copia en el examen, el que
llega tarde y el que llega puntual, el que se comporta de una manera en la
escuela y de otra en la calle, esos son hechos y cada quien actúa , participa
en los hechos según los valores que trae de su casa y/o de su escuelas. Su
actuar se expresa en actitudes. Yo soy así, yo reacciono así ante tal evento y
eso ocurre porque tengo valores que aprendí.
Es
una carretera de doble vía, actúo así, expreso estas actitudes porque tengo
estos valores, podría ser un ejemplo que diga actúo mal con mi compañeros,
tengo una actitud de rechazo porque forme el polo negativo sobre la amistad.
Puede haberlo formado porque tuve en los hechos malas experiencias de
interacción con otros, porque me trataron mal, porque me golpearon . Ello no
quiere decir que eso es inalterable, que ya no se puede cambiar. Todo lo
contrario, se abren espacios para poder trabajar a partir de los hechos para
modificar las actitudes y reformar los valores aprendidos fundamentándose en la
construcción de nuevos valores
La
responsabilidad de la escuela será identificar qué es lo que sus estudiantes
valoran como bueno aunque sea el polo negativo, aunque choque con mi valoración
aunque sea opuesto a la valoración moral porque será la única forma de poder
hacer intervenciones dirigidas a la construcción del valor moral a través de
trabajar las actitudes a partir de los hechos.
Es
la manera de incidir en los dos carriles de la vía. Tienes valores y actitudes
negativas que te hacen actuar de tal manera. El otro carril es si trabajo tus
actitudes puedes descubrir para afirmar o negar el lado positivo de la
valoración.
Hechos,
actitudes y valores son los tres componentes a trabajar con nuevas metodologías
que reconozcan el valor como todo lo que vale pero que identifiquen la tarea
educativa con el valor moral.
5.
La metodología para trabajar valores.
Existiendo
la relación que señalamos entre la realidad o los hechos y la forma en que nos
manifestamos a través de las actitudes debemos reconocer que el método
discursivo que se fundamenta en las charlas, los consejos y las orientaciones
dirigidas hacia el buen comportamiento no siempre resulta eficaz para modificar
el complejo mundo de los valores que a su vez sustentan a las actitudes.
Es
necesario que identifiquemos primero que es lo que los estudiantes valoran y
para ello debemos buscar estrategias que permitan hacerlo. Necesitamos conocer
sus actitudes hacia determinados hechos. Si estuviéramos hablando sobre la
violencia intrafamiliar necesitamos saber si valoran estos hechos como buenos o
malos, si sus actitudes favorecen o niegan el que el padre tenga derecho a
golpear a los miembros de su familia y la mejor manera de hacerlo es a través
de dinámicas que permitan conocer esa esfera privada de su valoración.
Tradicionalmente
hemos partido de manera inversa. Hemos moralizado el valor cuando llegamos al
aula a dar conferencias o moralizamos a través de la consejería o reflexiones
orientadas hacía el respeto a la familia. La igualdad entre los padres, la
armonía entre todos los miembros de la familia. El que está pasando por una
situación opuesta a lo predicado y además aprendió sino como bueno como normal
estos hechos no será permeado por el discurso.
Ese
discurso trae implícito la carga valorativa del sistema axiológico del que lo
plantea y probablemente no tendrá la misma repercusión en la esfera de las
actitudes en todos sus estudiantes. Tampoco tendrá la permanencia como actitud
positiva ni como valor sustentante. Hace falta que las estrategias se dirijan hacia
el logro de revisión de actitudes, formación de valores, garantía de su
permanencia y la asunción del método como parte de la vida de los sujetos para
revisar y reordenar su mundo de valores.
La
metodología tendrá que permitir el que los estudiantes y los propios profesores
cuestionen sus sistemas de valores a partir de la revisión de sus actitudes.
Procesos progresivos y no momentos puntuales serán los responsables de que
estos se articulen y ello tendrá que ser utilizando medios que sean capaces de
convertir a los hechos repetidos en hábitos.
Los
hábitos de revisión de actitudes a su vez tienen que convertirse en medios para
que los valores se reorganicen, se reestructuren, se revaloricen y se orienten
al lado positivo haciéndose morales
Trabajo y profesión
3.4 ETICA Y PROFESIÓN
PROFESION
El uso común del concepto tiene
diferentes acepciones, entre ellas: empleo, facultad u oficio que cada uno
tiene y ejerce públicamente. Las profesiones son ocupaciones quieren de un
conocimiento especializado, una capacitación educativa de alto nivel, control
sobre el contenido del trabajo, organización propia, autorregulación,
altruismo, espíritu de servicio a la comunidad y elevadas normas éticas. Generalmente
se acepta que una profesión es una actividad especializada del trabajo dentro
de la sociedad, y a la persona que la realiza se le denomina: profesional. Se
refiere a menudo específicamente a una facultad, o capacidad adquirida tras un
aprendizaje que puede estar relacionado a los campos que requieren estudios de:
Se refiere, generalmente, a la naturaleza de la ocupación, del empleo y a la
forma de ejercerlo que tiene esa persona. La profesión aborda el desempeño de
la práctica y la disciplina se preocupa del desarrollo del conocimiento
enriqueciendo la profesión desde su esencia, y profundizando el sustento
teórico de la práctica.
Concepto de profesional
Un profesional es aquella persona que puede
brindar un servicio o elaborar un bien, garantizando el resultado con calidad
de excelencia. Puede ser una persona con grado universitario, técnico o experto
en cierto tema, disciplina o arte. Sin embargo, una persona también puede ser
considerada profesional por el hecho de proveer un servicio o producto y
exhibir un comportamiento honesto, calificado, responsable y capaz; características
que se obtienen con constancia y talento en la disciplina desempeñada.
Concepto de profesionista
Un profesionista es toda aquella persona que
conoce sus limitaciones, pero que es capaz de superarlas buscando incrementar
su horizonte de trabajo.
Diferencia entre profesional y profesionista
La diferencia entre un profesional y un
profesionista es que, el primero ejerce con conocimiento alguna actividad, no
necesariamente certificada, mientras que el segundo ejerce una actividad
certificada y adopta su profesión como forma de vida. Es importante señalar que
la palabra "profesionista" es originaria de México y en otros países
de habla hispana la palabra "profesional" puede tener ambos sentidos.
MORAL Y ETICA
Muchas personas consideran como sinónimos a
estos términos, debido a que sus orígenes etimológicos son similares. Sin
embargo, en el ámbito de la filosofía se considera a la ÉTICA como la
disciplina filosófica que estudia a la MORAL. Es decir, el uso que le ha dado
la gente ha convertido a la moral en el objeto de estudio de la ética. De ahí
que podemos decir que una ÉTICA propuesta es el conjunto de normas sugeridas por
un filósofo, o proveniente de la religión, en tanto que «MORAL» vendría a
designar el grado de acatamiento que los individuos dispensan a las normas
imperantes en el grupo social. En un sentido práctico, ambos términos se hacen
indistinguibles y por ello se los considera equivalentes. El matiz que las
delimita está en la observación o aplicación práctica de la norma que entraña
el mandato ético. Por ello, la norma ética siempre será teórica, en tanto que
la moral o costumbre será su aplicación práctica. Por otro lado la moral se
basa en los valores que la conciencia nos dicta, a su vez, basado en costumbres
aprendidas, por lo tanto, la moral no es absoluta o universal, ya que su
vigencia depende de las costumbres de una región, de la misma manera que la ética
tampoco tiene una validez absoluta al ser ambas imperativos categóricos.
COMENTARIOS RESPECTO A LA ETICA Y LA PROFESION
En la ética profesional vemos que hay varios
aspectos impotentes a tomar en cuenta: la formación profesional, la cual se
determina por lo que nosotros vamos aprendiendo durante toda nuestra vida en la
sociedad y que nos va forjando; el carácter profesional el cual nos moldea en
nuestra profesión y nos va a dar la diferencia entre la perfección y la mediocridad;
la vocación la cual es como las destrezas y/o habilidades que la persona tiene
hacia determinada profesión; la orientación profesional es la más importante ya
que el problema en muchos casos no sería la vocación sino la orientación que la
persona ha tenido para escoger adecuadamente su profesión. La responsabilidad y
libertad es cuando nosotros mismo somos conscientes de nuestros actos y podemos
tomar decisiones concretas, La libertad nos lleva a la responsabilidad de
elección, acto voluntario, como liberación frente a algo, como realización de
una necesidad. El profesional al ejercer su profesión además de contar con los
conocimientos necesarios de su campo, debe contar con valores morales y éticos
que tendrán como finalidad fundamental buscar y tratar de garantizar el bien
común. Para ello, deberá poner en juego no sólo su inteligencia, sino también
su voluntad. Deberá comprender que su responsabilidad en la consecución del
bien común es mucho mayor que la del ciudadano común y corriente, ya que cuenta
con el conocimiento que ha recibido a través de su formación que lo compromete,
por ser además depositario de la confianza de la sociedad, la misma que espera
del profesional, no sólo los servicios para los cuales lo formó, sino que se
convierta en la vanguardia de la cultura.
¿Qué es la ética profesional?
Se puede entender como ética profesional el
estudio de los valores inherente al ejercicio de una profesión y que emanan de
las relaciones que se establecen entre el profesional y la sociedad. Durante el
ejercicio de la vida profesional, surgen con frecuencia algunas preguntas para reflexionar,
como:
¿De qué manera se tiene éxito profesional?
¿Cómo se logra el éxito económico y social?
¿De qué manera se pueden conjugar los éxitos
personales sin comprometer la conciencia y dignidad humanas?
¿Qué valores rigen las acciones propias? Las
respuestas han llevado al hombre a reflexionar sobre los derechos y obligaciones
derivadas del ejercicio de la profesión. El estudio de la ética profesional es
importante desde dos sentidos:
En el orden especulativo, donde se trata de
analizar los principios fundamentales de la moral individual y social,
poniéndolos de relieve en el estudio de los deberes profesionales. Se busca
definir con claridad la naturaleza de la profesión y las diferentes relaciones
que se dan entre quienes las ejercen y los que son influidos por este
ejercicio.
En el orden práctico el estudio de la ética
profesional estriba en que se deben conocer las conveniencias y consecuencias
que rigen las relaciones entre profesionales y los que reciben directa o
indirectamente sus servicios. El profesional debe tener una fundamentación
ética de sus actos. Debe reconocer aquellos que en sí mismos son reprobables,
que atentan contra la dignidad humana y que no existe justificante alguna para
su realización, que lo alejan de la búsqueda del bien común. El término deontología
se atribuye a Jeremías Bentham (1832), quien entendía un saber que enseña al
hombre la manera de dirigir sus emociones de modo que queden subordinadas en
cuanto es posible a su propio bienestar.
La deontología entraña una serie de virtudes y
actitudes que los profesionales deben poseer y aplicar para hacer posible la
moralización de la comunidad. Entre las virtudes que conforman un ejercicio
ético de la profesión se encuentran la justicia, la caridad, la virtud
intelectual y la dignidad personal. En su tránsito por la vida se espera que el
profesional busque el desarrollo de estas virtudes que le van a conferir su
realización como persona. En el desarrollo de ellas confluyen la familia, la
escuela y la comunidad en general. Sin embargo, tener conciencia de ellas no es
necesariamente un hecho que suele ocurrir, por lo cual se debe reflexionar en
éstas y buscar su desarrollo. En ocasiones se hace referencia a la ética
profesional sólo como una serie de principios o códigos de acuerdo con los
cuales debe vivir y realizarse el individuo, las cuales establecen el tipo de
relación entre el profesional y la sociedad. Sin embargo, aun cuando en cada
profesión las normas ayudan a regular las relaciones entre los demás miembros de
esa especialidad, la ética profesional no se limita a la elaboración de códigos.
Así, el análisis de los deberes que tiene un profesional obliga a un estudio
serio y sistemático de las actividades peculiares de cada profesión.
V alores indispensables para un ejercicio ético
de la profesión
Justicia
En un sentido amplio se puede entender como la
voluntad de dar a cada uno lo suyo. Eldeber de justicia del profesional se
contrae desde el momento de recibir el títuloprofesional, que así se convierte
en un contrato entre el profesional y diversas instanciascomo el poder público,
el profesional, la universidad y la clientela.Se habla de un profesional justo
cuando busca en su ejercicio la equidad entre susderechos y sus obligaciones, o
cuando no hace distinción en la calidad del servicio queofrece a quienes lo
demandan.
Responsabilidad
Si la sociedad reconoce al profesional como una
persona capacitada en la solución deproblemas específicos, lo menos que le
exige es satisfacer estas demandas.Para dicha satisfacción, la sociedad recurre
a la normatividad legal, donde losprocedimientos judiciales exigen que las
responsabilidades recaigan sobre personasfísicas. Así, los ordenamientos
legales exigen que exista una persona o personas físicasque asuman tal
responsabilidad, que se reconozcan como autores de la actividadprofesional
específica. Al hablar de autorías profesionales, no se excluye cuando la
actividad profesional serealiza en sociedades o corporaciones de profesionals.
En este caso la autoríareconocida legalmente será la empresa, pero aún así
deberá estar claro que lascorporaciones otorgan responsabilidades específicas y
tienen claro quién carga con ella.Se puede entender la responsabilidad como la
obligación de asumir las consecuencias delos actos propios y, por tanto, la
obligación de prevenir las condiciones que puedanafectar al profesional o a los
demás.
Discr eción
El valor del secreto profesional es
indiscutible. La relevancia de este aspecto del ejerciciose da desde la
connotación del término ³secreto´, el cual se puede entender como una
verdad conocida por unos pocos que debe
mantenerse oculta a otros al menos por tresrazones:
Su revelación causa daños o disgustos a
terceros.
Se ha hecho una promesa.
Porque existe un pacto o contrato en que el que
lo recibe se compromete a norevelarlo.Cuando el pacto o contrato explícito o
implícito procede del ejercicio de una profesión, sehabla entonces de secreto
profesional.Toda profesión está obligada a guardarlo, lo que obliga a pensar en
que el manejo deinformación referente a ejercicio debe hacerse con discreción.
En el caso del secretoprofesional, al igual que en el de la responsabilidad
como cualidades que debe tener unprofesional, no sólo se refiere a las carreras
como medicina, leyes o psicología, sino acualquier profesión en que el manejo
indiscreto o antiético de la información puede poner en peligro proyectos,
organizaciones laborales o personas.El secreto profesional no debe ser dirigido
nada más por el aspecto jurídico, sino más bienen términos de un compromiso
ético profesional.
Honestidad
Uno de los valores que debe ser pilar
fundamental del quehacer profesional es lahonestidad. Una forma de definir la
honestidad es a partir de su relación con la verdad.Una persona honesta no
engaña, reconoce sus limitaciones, no trata de obtener beneficios personales a
partir de la necesidad del otro, actúa de acuerdo con lo que diceque piensa,
etc.La honestidad lleva al profesional a ser una persona que además de vivir la
verdadconduce a otros a tratar de alcanzar la propia.Para ser honesto
profesionalmente primero es necesario serlo como personas. Lahonestidad, al
igual que todos los valores, no es una prenda que se pueda quitar y poner de
acuerdo con el rol que se desempeña.
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